jueves, mayo 31, 2012
Palimpsesto
Ahora bien, dejarle recados a un muerto en su página de internet pudiera parecer estúpido y enfermizo... Bueno, de hecho, lo es; pero la gente siempre estamos haciendo cosas estúpidas y enfermizas: leyendo filósofos europeos que nos expliquen nuestra latinoamericana vida, votando y/o uniéndonos a partidos políticos; viendo una cantidad obscena de películas con la única finalidad de conseguir empleo como crítico de cine en una revista que nadie lee; publicar revistas que nadie lee; enamorándonos de quien sabemos que pronto nos llenará el hígado de piedritas; proyectando negocios inauditos, maravillosos y segurísimos, sin tener un cinco en la cartera... y un largo y tedioso etcétera que Ud o cualquiera podrá alargar.
domingo, mayo 27, 2012
VEN
déjame guiarte a un lugar
que no sé dónde está,
déjame dictar las leyes
que acabo de inventar,
déjame plantar
la raíz cuadrada de un círculo
en el marfil oculto de tus vértebras.
ya verás, ya sabrás, ya podrás
decir que todo lo que has dicho
simple y sencillamente
no vale la pena.
ya verás crecer
los huesos de los niños
ya verás a los aviones
construyendo nidos,
en tus ojos atardecerá
siempre hasta el amanecer.
de tu garganta
brotarán delfines,
de tus manos
escaparán tus dedos
y un dibujo dislocado
vestirá tu cuerpo.
serás lo que siempre has sido:
patadas al cerebro, ya sabrás
discurso universal, construir un árbol
estrella enmarañada, sobre el pavimento,
oso perezoso, sabrás detener
soberbia, al planeta que pisas
suburbia, con tus pies
sarcasmo, sabrás tocar el piano
sirviente, sabrás pintar un cuadro
salmuera, sabrás bailar un tango
solsticio, sabrás componer un carro
sardina, sabrás disfrutar un trago
sordera, sabrás ensuciar un lago
subida, sabrás reírte un rato
salida, sabrás llorar un año
serpiente,
escalera, déjame quitarte los ojos
escafandra, y poner en su lugar
escroto, un par de telescopios
escama, déjame quitarte los labios
estúpido y plantar en tu rostro
mis labios
déjame inventar tu casa, tu señor crucificado, tu agenda de olvidos, tus pueblos miserables, tus piernas incandescentes, tu excusa en el trabajo, tus hijos pelirrojos, tus drogas preferidas, tus caracoles herbolarios, tus horóscopos inútiles, tu historia de vaqueros, tu dermis impermeable, tus venas derretidas, tu máquina tragamonedas, tus mentiras funerarias, tus días hermosos, tus lágrimas de miel, tus miedos sanguíneos, tus horarios rotos, tus delicados flancos, tus insomnios repetidos, tus cantos vagos, serás lo que siempre has sido.
sábado, mayo 26, 2012
La mierda
La mierda es intimidad.
Soy yo,
eres tú
por dentro.
La mierda hace crecer el pasto,
endulza las manzanas,
hincha los duraznos,
ayuda a los pájaros a construir sus nidos.
La mierda pone felices a los animalitos
que trabajan bajo la tierra.
Hace posible que las mujeres reciban rosas rojas,
claveles blancos, gardenias perfumadas.
Provoca a los hombres sabios el amor al campo,
es paz y regocijo,
la pertenencia más segura,
el amigo más cercano.
Muestra fehaciente de que estamos vivos
la mierda brota como el poema,
como el amor
libre e inevitablemente
(Quien de antemano pone horarios a su mierda
no aprecia la poesía
ni sabe qué es el amor).
La mierda es tiempo invertido
en nosotros mismos
y hace que tomemos la posición
del pensador.
Sólo ella nos iguala con los héroes,
los genios y los santos.
La mierda es placer cotidiano.
Dios es la grande,
la enorme mierda transparente.
Mierda en la radio
caca en el cine
excremento en los diarios
estiércol televisado
cagada en los museos
heces en el teatro
popó en las revistas
computadoras defecando
guano en los conciertos
boñiga en los libros
deyección en los carteles
abono en los jardines
troncos en la calle
cerotes en el río
churros calientitos
pasteles de cajeta
cacahuates garapiñados
políticos de mierda
héroes de cagada
divas zurradas
visionarios orinados
revoluciones de pipí
meada de campeón
pis de la excelencia
vómito ideológico
guácara religiosa
basca económica
regurgitar de la moda,
jugo de riñón
canto de la rana
agûita de piña
arte abstracto.
Yo
como Pilatos
me lavo las manos.
viernes, mayo 25, 2012
El fenómeno de la discriminación en México es un problema cultural
2010-06-09
Aguascalientes es una ciudad atípica dentro del mapa
mexicano. Es moderna en su trazo y ha crecido tanto en los últimos años que,
para sus viejos habitantes, resulta desconocida en muchos de sus lugares. Sus
traslados siguen siendo considerablemente cortos en la mayoría de los casos,
aunque la población y el tráfico han aumentado exponencialmente, y con ellos
los conflictos y los ritmos de vida. Es una ciudad eficiente en varios
aspectos, limpia y cordial con los visitantes. Pocos de ellos son los que no
reconocen en la ciudad un ambiente seguro, tranquilo y ordenado. El estado continuamente
es designado “piloto” para diversos programas federales y esto le ha dado un lugar diferenciado en la
región. Una distinción. Lo que muchos consideran una falta (a saber: su
carencia de edificios coloniales) es, en realidad, una cualidad de ciudad con
proyección modernista, que se ha sabido aprovechar, pero que aún falta
apuntalar en varios aspectos.
Las ciudades, su aspecto físico (además de su
situación geográfica), expresan y condicionan, al mismo tiempo, la forma de ser
de sus habitantes. ¿Qué expresa Aguascalientes acerca de sus habitantes y cómo
condiciona la ciudad su comportamiento?
Con respecto al problema de la discriminación a los
discapacitados, la ciudad y sus habitantes expresan una indolencia preocupante.
El equipamiento urbano es poco y malo. En algunos rubros, como el transporte
urbano, dicho equipamiento es inexistente. La presunción de ciudad moderna
tiene aquí una falta grave, un tache en rojo, que acusa, sobre todo, a sus
gobernantes y ciudadanos.
¿Qué clase de ciudad queremos y qué tipo de sociedad
pretendemos ser? En las legislaciones
federal y estatal existen leyes que ordenan la justa incorporación de los
discapacitados a la dinámica social, además de la creación de comités dedicados
a la prevención y la atención a las distintas discapacidades. Lamentablemente,
esto no se cumple. No en forma integral, planeada y efectiva. No como está
especificado en las leyes (Ley General de las Personas con Discapacidad y Ley de Integración Social y Productiva de
Personas con Discapacidad del Estado de Aguascalientes). Y eso corresponde al gobierno, que para eso
se le ha elegido y cuenta con
presupuestos conformados con el dinero de los contribuyentes –es decir, de
todos- con los cuales debe procurar el bien común a través de los mecanismos
pertinentes. En eso no hay vuelta de hoja.
Pero también del lado ciudadano debe provenir un nuevo
impulso, una renovada confianza en la comunidad y las posibilidades de la
organización civil al momento de tomar decisiones que afecten a la población en
general.
El fenómeno de la discriminación en México es un problema
cultural. No es “incultura” o falta de cultura, sino un tipo de cultura. Esto es, una serie de costumbres
con las que crecemos y que justifican
comportamientos discriminadores hacia los distintos, hacia los de otra clase
social, hacia los de otro color, hacia los que no pueden moverse o expresarse
como nosotros, etc. Hábitos fundados en el prejuicio, es decir, en el juicio
que hacemos del otro antes de
conocerlo. Nadie escapa a ello. Por lo tanto, una vez que se ha reconocido, hay
que superarlo usando lo mismo que usamos para darnos cuenta del problema: con
inteligencia. Y voluntad.
¿Queremos cambiar estas costumbres? Parece obvia la
respuesta, pero ¿por qué no lo hemos hecho? Muchas pueden ser las respuestas.
Entre tantas está la de “Porque no sabemos cómo hacerlo. No sabemos cómo
empezar y llevar a cabo un cambio de costumbres tal y tal”. Ese me parece un
buen comienzo, la aceptación de nuestra situación real. ¿Cómo saber hacer algo
que nunca se ha hecho? ¿Cómo actuar como nunca se ha actuado? Como las
costumbres: se aprende.
Y eso es: tenemos que aprender nuevas costumbres que nos
hagan más respetuosos de los demás, más justos en la práctica diaria, en ese
roce continuo con los otros que no son
como nosotros, ni piensan como nosotros, ni les gusta lo que a nosotros, pero
que están ahí, coincidiendo todos –o casi todos- en el deseo común de vivir en
paz, en una ciudad que ofrezca servicios básicos eficientes y en la que se
cuente con la libertad para expresarse o dedicarse a cualquier cosa que se nos
presente como vocación en la vida. Ahí es donde coincidimos y es desde ahí de
donde deberíamos partir.
jueves, mayo 24, 2012
Mis Amigos Sudorosos
con el nick Kafkahuamilpa
Mis Amigos Sudorosos:
Hay días así como éste en el que el Este
está al Norte y la puerta da a la cara de un avestruz coqueta y nada familiar;
días así, con bufandas y pastillas para el aliento, sabor industrial, besos pa
dentro. Y habemos hombres así, largos y desmañanados, amañados y fulanos,
perplejos, rotos, esmirriados y con uñas sangrantes, diciendo cosas que nadie
escucha y cuando escuchan nadie entiende. Somos MAS de lo que cualquier
economista casado con una bióloga pudiera descifrar; MAS que los folículos que en
el mismo sitio pudieran crecer; MAS que un cardumen de camarones evolutivos
nadando en espiral. Hay días -y habemos hombres- en medio de todo eso, luchando
por comprender la lucha, por ponerle comas y acentos a la muda esperanza de no
ser sólo hombres y días perdidos en algún milímetro de universo. ¿Pero es que
esto no es así? Lo es, nada que decir; pero no queremos decir nada; tan sólo
cantar una melodía vieja como el agua: Ave abba vía bola / búho verde viendo
vacas/ velo varo libio ave...
O tal vez quiero decir que esto se acaba
de descomponer irreparablemente, se fracturó el código y se quemó la cabeza, el
circuito central de nuestra coraza. Sin sal la tierra, sin mar la sal, sin pez
la boca, sin boca el coral. Tal vez quiero hacerles saber que mi patria está
muriéndose de pena, de penes atravesándola toda, penes negros como la
conciencia de mis queridos traidores, mis adorados hermanos, mis hijos, mi
nietos y sus hijos verdugos, suicidas, diputados. Tal vez ando pidiendo un poco
de pólvora, un tantito de xilocaína, un chorrito de muerte y destrucción...
Pero, ná qué, tengo que trabajar. Sueño
que despierto y te beso dormida. Hola.
Atte.
Ya veremos.
domingo, mayo 20, 2012
Juan Pablo III
Juan Pablo III
Carol Güotila
PapaNicolao
"Vosotros sois la esperanza del
salami y del chile. Vosotros sois mi
esperanza".
Nació el 18 de Mayo de 1920 en Pipirapau,
sur de Polonia. Hijo de un
militar del ejército austro-húngaro,
profundamente feo, y de
Emilia Kaczorowsky, de origen
extraterrestre. Su madre falleció
cuando él le practicó una trepanación y
cuatro
años después muere su hermano mayor a
causa de las patadas
que el pequeño Carol le recetó. De joven,
su interés
se centra en el culo de una monja que
habitaba un monasterio cercano a su
casa y un encuentro con el Cardenal Tom
Jones, le lleva a considerar
dedicarse al sacerdocio. En el año 1938
se marcha con su padre a
Comala, donde se matricula en la
Universidad CNCI en Costura y
Confección. El 1 de septiembre de 1939,
las tropas de Hitler ocupan
Polonia cerrando todas los bares y junto
a otros jóvenes organizan
una cantina clandestina donde poder fumar
hachís, opio y
cocaína. Para evitar la deportación a
Alemania, busca trabajo
como prostituto entre las tropas. Ayudó a
familias judías
para que pudiesen trabajar en lo mismo
para el régimen
nacionalsocialista. Cuando contaba 21
años no sabía contar
más allá de 10; fallece su padre y
emprende el camino de su
preparación para el sacerdocio. En el año
1942 ingresó
en el Departamento de un teólogo
aficionado a los miembros masculinos de la
Universidad Jageriana. Durante estos años
tuvo que vivir oculto,
junto a otros seminaristas, quienes
fueron a-cogidos por el Cardenal de
Circonia. Estuvieron en esta situación
hasta el 18 de enero de 1945,
fecha en que los alemanes cayeron
derrotados por un ejército de
mandarinas parlantes con semillas
radiactivas, sin cáscara, y
parlantes. El 1 de noviembre de 1946,
fiesta de Todos los Santos, con 26
años, fue ordenado sacerdote en el
Seminario Mayor de Circonia,
celebrando su primera Misa en la Cripta
de San Leonardo en la Catedral de
Warner Bros, completamente drogado.
Tuvieron que sacarle de la cripta
media docena de hombres y fue enviado a
Roma donde obtuvo la licenciatura
de Veterinario en la Universidad
Pontificia Angelicum doctorándose
también en Podología. Profesor de ética
en la
Universidad Católica de Disney y en la
Universidad Estatal de
Circonia, en 1948 regresa al útero
materno en una regresión
espantosa causada por sus excesos
barbitúricos. Es destinado Vicario
de la parroquia de Negative, e imparte
cursos de dominó en las
escuelas. Un año más tarde es trasladado
a la parroquia de
San Fidencio, haciéndose cargo de las
malas estudiantes
universitarias de Cracovia. En 1951 se
dedica a la enseñanza de
ventas de tupper ware y Teología Moral en
la Universidad
Católica de Disney, ejerciendo también en
la Facultad de la
Invisibilidad. El 23 de Septiembre de
1958 fue consagrado Avispa Auxiliar
del Avispón más peligroso del panal,
Monseñor Baziak,
convirtiéndose en el miembro más duro y
recto del Episcopado
RomPolano. Tendrá una activa
participación en el Concilio
Vaticano II, donde participó activamente,
especialmente en las
comisiones que dejaron sin mobiliario a
varias casas de putas, cantinas,
picaderos de morfina y fondas donde
vendían licuados hechos con
huevos de tortuga, después de elaborar la
Constitución
Dogmática sobre la Iglesia Lumen Lumen y
la Constitución
conciliar Gaudium et Speso. El 13 de
Enero de 1964 a causa del
fallecimiento de Monseñor Baziak, ocupa
la sede de Cracovia como
titular y se queda con el harem particular
del difunto. En 1966 el Papa
Pablo VI le ofrece un helado de limón. En
Mayo de 1967, a los 47
años de edad, es nombrado Cardenal por el
Papa Pablo VI y
rehusa el helado aduciendo muelas
destempladas. En contra de las
autoridades, inauguró un spa en Nowa
Huta, una ciudad comunista. En
1975 asiste al III Simpsons de Avispas
Euridisiacos, en el que se le
confía la ponencia introductoria: «El
avispa como servidor de
café». Ese mismo año dirige los ejercicios
espirituales
para Pablo VI, atrofiado en este sentido,
y para la Curia vaticana, una
linda pelirroja que chupó cuanto miembro
apostólico
vivía en esa casota. En 1978, a la muerte
Pablo VI, es elegido nuevo
Papa el Carcamal Luciano Caruso, de 65
años, quien tomó el
nombre de Juan Pablo I. El nuevo Papa
fallece un mes después de su
nombramiento, asesinado por intereses de
altas esferas católicas,
banqueros corruptos italianos y la mafia.
Es decir, todos son los mismos.
El 15 de octubre de 1978 Carol es elegido como el sucesor de San Pedro,
Augusto y Charlton Heston, rompiendo con
la tradición de más
de 400 años de Papas de origen marciano.
Elegido pontífice el
16 de octubre de 1978, escogió los mismos
nombres que había
tomado su predecesor: Juan Pablo, pero le
gustaba que le llamaran
chicharrón.
Desde el comienzo de su pontificado,
realizó 95 viajes de
placer fuera de Italia, y 141 por el
interior del Vaticano. Entre sus
documentos principales se incluyen: 13
Encíclicas, 13 Exhortaciones
apostólicas, 11 Constituciones
apostólicas y 41 Cartas
apostólicas, 52 recetas de cocina, 123
multas al Papamovil, 7 notas
de suicidio, 200 números de Condorito,
cancioneros de los Beatles y
una camisa firmada por Jimmy Hendrix. El
Papa también ha publicado
dos libros: "Cruzando el umbral de
la casa de citas" (octubre de
1994) y "Dios existe: soy yo"
(noviembre de 1996). Juan Pablo III
ha presidido 131 ceremonias de
beatificación -en las que ha
proclamado 1282 beodos- y 43
canonizaciones, con un total de 456 santos
encarcelados y deportados y varios
estudiantes muertos. Ha celebrado 8
cumpleaños en menos de dos meses, durante
los cuales ha nombrado 201
Cardenales. También ha presidido 6
asambleas plenarias del Colegio
Cardenalicio, donde siempre acabó
dormido. Desde 1978
presidió 15 Asambleas del Sínodo de las
Avispas: 6 ordinarias
(1980, 1983, 1987, 1990, 1994, 2001), 1
general extraordinaria (1985), y 8
especiales (1980, 1991, 1994, 1995, 1997,
1998 [2] y 1999). Ningún
otro Papa se ha encontrado con tantas
personas como Juan Pablo III: en
cifras, más de 16 millones de peregrinos
han participado en las
más de 1000 Audiencias Generales en su
contra que se celebran los
miércoles. Ese número no incluye las
otras audiencias
especiales [más de 8 millones de demandas
durante el Gran Jaripeo
del año 2000] y los millones de fieles
que el Papa ha abusado
durante las visitas pastorales efectuadas
en Italia y en el resto del
mundo.
Hay que recordar también las numerosas
personalidades de gobierno
con las que se ha carteado durante las 38
visitas oficiales y las 650
audiencias o encuentros con jefes de
Estado y 212 audiencias y encuentros
con Primeros Ministros.
El 13 de mayo de 1981 en la plaza
vaticana, el terrorista turco Ali Agca le
disparó dos chelas, unos toques y dos
gramos de crack que a punto
estuvieron de costarle la vida. Juan
Pablo II siempre mantuvo que se
salvó por la intervención de la Virgen
(ese día se
celebraba la Virgen de Fátima). Según el
Pontífice una
mano disparó -la del turco- y otra, la de
Virgen, le estimulaba las
partes genitales, sin dañarlas. Fue
trasladado al policlínico
romano 'Tonino Carotone', donde fue
intervenido quirúrgicamente y le
extirparon 55 centímetros de intestino,
43 centímetros de
músculo, 12 litros de horchata, y
aprovechó para operarse la
nariz y dejársela respingada. El 20 de
junio de 1981, 17 días
después de haber sido dado de alta,
volvió al 'Gemelli' la
famosa casa de putas donde las niñas de
todo el mundo servían
a las Avispas. El 12 de julio de 1992 fue
intervenido de un tumor en el
colon en el 'Gemelli'. La operación duró
cuatro horas y le
fue extraído un tumor benigno del tamaño
de una naranja, otro
maligno del tamaño de una sandía y otro
más o menos
del tamaño de un melón. A la vez le fue
extirpada la
vesícula biliar y detectados cálculos
biliares que afirmaban
que 2 + 2 = 7. El 11 de noviembre de
1993, durante una audiencia,
cayó y se produjo una luxación del hombro
derecho con
fractura de la glena. Ese mismo día se
curó la cruda con una
michelada, un cóctel de pulpo y dos
tostadas de ceviche. En 1994 se
fracturó el fémur de la pierna derecha al
resbalar cuando
salía de la bañera de su apartamento
privado del Vaticano.
Por quinta vez volvió al Gemelli, donde
se le implantó una
prótesis de titanio para sustituirle la
cabeza, lo que le
obligó a caminar durante varios meses
apoyándose en un
bastón. En el mes de marzo de 1996 un
proceso febril atribuido a un
"trastorno digestivo" le obligó
a guardar reposo durante
una semana. En menos de tres meses
padeció otros dos
"trastornos intestinales". El 8
de octubre de 1996 volvió
a ser ingresado en el 'Gemelli' para ser
intervenido de apendicitis previa
a la eliminación de adherencias
loco-regionales. En junio de 1999,
durante su octavo viaje a Polonia, cayó
en la Nunciatura de
Varsovia, un restaurante exclusivísimo,
abriéndose una herida
en la frente que obligó a aplicarle tres
puntos de sutura y
provocó la carcajada de los presidentes
ahí presentes. En
marzo del 2002 se le diagnosticó una
artrosis en la rodilla derecha,
que le obligó a renunciar a presidir
algunos ritos de la Semana
Santa y no pudo realizar a pie el Vía
Crucis a lo largo del Coliseo
de Roma. De todas formas, tomó la cruz en
las dos últimas
estaciones, aunque nomás la tomó con la
mano mientras otros
dos gordos la cargaban. Hasta meados de
octubre de 2003 se tragó,
pero a partir de esa fecha -cuando
desvirgó a la madre Teresa de
Calcuta y celebró su noveno casamiento-
ya no leyó
párrafo alguno de los textos de tan gran
peda que se cargaba todos
los días.
Carol Güoutila ha sido sucesivamente el
Papa polaco, el Papa viajero,
el Papa de María, el Papa renovador de la
doctrina social de la
Iglesia, el Papá de los jóvenes González
y el
Papá de dos tenistas profesionales. Juan
Pablo III fue sometido a
una traqueotomía el 24 de febrero de
2009. Volvió a sus
estancias en el Vaticano el 13 de marzo,
pero su estado de salud se
deterioró y apareció muy fatigado en los
actos de Semana
Santa, donde apenas pudo pronunciar unas
palabras a los fieles, que nadie
entendió.
La última aparición pública de Juan Pablo
III fue el
30 de marzo de 2010, cuando se asomó a la
ventana de sus aposentos
para bendecir a los fieles y en un
arranque de locura, saltó con
toda su albura revoloteando por los
aires. Aquel día las personas
que se congregaban en la Plaza de San Pedro
de Roma pudieron ver al Papa
muy deteriorado. Intentó hablar, pero no
lo consiguió. En la
tarde del 31 de marzo de 2010, le fue
diagnosticada una infección en
las vías urinarias, doce huesos rotos y
un dedo astillado, tras lo
cual tuvo lugar "un choque séptico
con colapso
cardiocirculatoriohipergonorreico".
A pesar de la gravedad de la
situación, Juan Pablo III pidió no ser
trasladado hasta el
hospital Gemelli y permanecer en sus
aposentos del Vaticano, viendo la
última de Batman.
Murió a las 21:37 hora local del 2 de
abril de 2010. La causa del
fallecimiento fue un 'shock' séptico (una
vil mentira) y un colapso
cardiocirculatorio irreversible.
RIP.
sábado, mayo 19, 2012
Y qué rejodidos estamos
2008-01-21
Y qué rejodidos estamos, hermanos, monos, burros, acéfalos, sin nada qué hacer ante tanta burla sin dientes, ante tanta mano estranguladora, repleta de anillos y cadenas. A este continente se lo está llevando la chingada desde hace más de quinientos minutos, varias especies desaparecidas, varios pueblos y razas y recetas de cocina perdidas, deglutidas por el perro rubio, el ojos rasgados, el
endémico general de medallitas de estaño, de piringa de niño, y sus absurdos congéneres, idiotas llenos de patria y santitos. Al parecer, solamente nos quedan ojos para ver y boca para ayes, gargantas pobres. Acá el fraude y el robo y el asesinato se sirven junto al desayuno desbalanceado y el cambio justo para los camiones. Nos hacen calzón-chino, las tres del barrio, chinche-al-agua; nos hacen comerciales y programas, canciones y buenas causas para salvar a retrasados mentales de tierno rostro. De Tijuana a la Patagonia un montón de huesos rotos y virgencitas caducadas, lenguas secas, estómagos en retirada, la verga que te saca los ojos, los zopilotes que se los comerán; de punta a punta putas y putos checando tarjeta, cobrando poco, pagando mucho, miedosos y bailadores, iletrados y sabihondos. De país a país lo mismo: genios de cafetera y manifiestos rojos comprados en barata en algún Wal Mart, planeando la victoria del mesías contracultural, y la asquerosa multitud de asquerosos inocentes bregando por un poco de agua, un poco de pan. Adiós Bolívar, adiós. Welcome John Houston, Eddie Murphy, Angelina Jolie & Brad. Honores a una bandera de mezclilla; loas a héroes DC Comics, música electrónica industrial.
¡Oídme idiotas!: Ustedes son los que venden su tiempo, su carne, sus uñas, su culo papalotero al menor postor, al más fofo y pendejo. Arreglan el mundo desde su PC, confortablemente aturdidos.
Hace tiempo que esto se rompió, aguas, se chingó la fuente; hace siglos que estamos agazapados en nuestro pajar, junto a los cadáveres de las vacas, los niños y los vecinos. La cuenta regresiva terminó hace mucho. Obtusos e inalámbricos, de vez en cuando nos cae una moneda al sistema mecánico y sonreímos ante las posibilidades de un cielo tan bello, de una agua tan agua, de un pueblo tan viejo.
Y tú tras tu librito de la premio nobel que nadie conocía; frente a la barra de hinchas embrutecidos; junto al candidato menos feo, menos lacra, más Pancho Villa que Al Capone.
Good bye amigous, mi viejo san Juan, México lindo y querido, gauchos, guanacos, cumbancheros, negrosjosdepu, incaicos, arcaicos, librescos y pétreos, chilenis, vergozolanos, charros, guarros, cholos, cuinis, maras, tangos, redobas, violines y tambores; good bye blue sky, hey hey, may may...
Ya viene nuestro salvador, allende las fronteras: his name is John Tsu Goycochea, alabado sea...
Y qué rejodidos estamos, hermanos, monos, burros, acéfalos, sin nada qué hacer ante tanta burla sin dientes, ante tanta mano estranguladora, repleta de anillos y cadenas. A este continente se lo está llevando la chingada desde hace más de quinientos minutos, varias especies desaparecidas, varios pueblos y razas y recetas de cocina perdidas, deglutidas por el perro rubio, el ojos rasgados, el
endémico general de medallitas de estaño, de piringa de niño, y sus absurdos congéneres, idiotas llenos de patria y santitos. Al parecer, solamente nos quedan ojos para ver y boca para ayes, gargantas pobres. Acá el fraude y el robo y el asesinato se sirven junto al desayuno desbalanceado y el cambio justo para los camiones. Nos hacen calzón-chino, las tres del barrio, chinche-al-agua; nos hacen comerciales y programas, canciones y buenas causas para salvar a retrasados mentales de tierno rostro. De Tijuana a la Patagonia un montón de huesos rotos y virgencitas caducadas, lenguas secas, estómagos en retirada, la verga que te saca los ojos, los zopilotes que se los comerán; de punta a punta putas y putos checando tarjeta, cobrando poco, pagando mucho, miedosos y bailadores, iletrados y sabihondos. De país a país lo mismo: genios de cafetera y manifiestos rojos comprados en barata en algún Wal Mart, planeando la victoria del mesías contracultural, y la asquerosa multitud de asquerosos inocentes bregando por un poco de agua, un poco de pan. Adiós Bolívar, adiós. Welcome John Houston, Eddie Murphy, Angelina Jolie & Brad. Honores a una bandera de mezclilla; loas a héroes DC Comics, música electrónica industrial.
¡Oídme idiotas!: Ustedes son los que venden su tiempo, su carne, sus uñas, su culo papalotero al menor postor, al más fofo y pendejo. Arreglan el mundo desde su PC, confortablemente aturdidos.
Hace tiempo que esto se rompió, aguas, se chingó la fuente; hace siglos que estamos agazapados en nuestro pajar, junto a los cadáveres de las vacas, los niños y los vecinos. La cuenta regresiva terminó hace mucho. Obtusos e inalámbricos, de vez en cuando nos cae una moneda al sistema mecánico y sonreímos ante las posibilidades de un cielo tan bello, de una agua tan agua, de un pueblo tan viejo.
Y tú tras tu librito de la premio nobel que nadie conocía; frente a la barra de hinchas embrutecidos; junto al candidato menos feo, menos lacra, más Pancho Villa que Al Capone.
Good bye amigous, mi viejo san Juan, México lindo y querido, gauchos, guanacos, cumbancheros, negrosjosdepu, incaicos, arcaicos, librescos y pétreos, chilenis, vergozolanos, charros, guarros, cholos, cuinis, maras, tangos, redobas, violines y tambores; good bye blue sky, hey hey, may may...
Ya viene nuestro salvador, allende las fronteras: his name is John Tsu Goycochea, alabado sea...
Un tipo
2008-11-14
Para Mario
El tipo está despotricando a grito pelado contra la hipocresía y la dejadez y los corruptos y los prejuiciosos y los miedosos y la indolencia y el sistema represor. Lo hace de corrido, con dicción ejemplar, en voz tonante. Escupe parrafadas furiosas y dramatiza, alza las cejas, mueve los brazos, saca el pecho; se muestra amenazante, cínico y feroz.
Está solo en su recámara. La recámara tiene cama destendida, ropa hecha bolas, un pequeño sillón, una mesa y una silla bajo una ventana sin cortinas que da a una barda de ladrillos rojos levantada a un metro de distancia. Es de día, la luz es clara, sin tonalidades.
El tipo calla de repente y se sienta en la silla. Se rasca la cabeza, se mete un dedo a la oreja, se chupa los labios. Luego mira la puerta cerrada, el póster pegado en ella, la imagen del chimpancé vestido de tenista, boina blanca, shorts, camisa, raqueta en una mano, junto a la red con pelotas desperdigadas, y la leyenda que dice “No gano pero cómo me divierto”.
Se escucha el timbre de la casa. El tipo se levanta, pero no camina. Nuevamente el timbre. Nada, él no se mueve. El timbre por tercera vez. Entonces sale de la recámara, baja las escaleras rápidamente y abre la puerta. Su madre le suelta una bofetada apenas lo tiene enfrente; luego recoge las bolsas de mandado que dejó en el suelo y pasa. El tipo está temblando de rabia, plantado frente a la puerta abierta, con la mano de su madre como un relieve palpitante en la cara.
Ahí se queda hasta que comienza a oscurecer. Su madre lleva horas hablando por teléfono en la cocina. El tipo sube a su recámara, esta vez lentamente. Se inclina y saca un clarinete de debajo de la cama. Quita y revisa la boquilla, la vuelve a poner, sopla un Mi bemol, un Fa y un largo Sol después. Enciende la lamparita colgante, y poniéndose frente a la ventana, comienza a tocar un aire lento y profundo.
Acaba luego de unos minutos de dulce inspiración, con los ojos irritados. Le sobresalta el tronar de unos aplausos detrás de él. Es su padre. Su padre con la mascarilla conectada a un pequeño tanque verde, sobre la silla de ruedas. Aplaude dislocado, ojos bizcos mirando al techo. El tipo se acerca, empuja con un pie al paralítico y cierra la puerta, dejándolo afuera. El chimpancé sonríe.
El tipo apaga la luz y se acuesta. Antes de caer dormido se ríe al recordar algo que hizo hace mucho tiempo.
Despierta a las seis en punto. Se pone el uniforme y baja a la cocina. Encuentra a su madre dormida sobre la mesa, con el teléfono aún descolgado y una voz masculina cantando por la bocina. Toma un café y mastica varias rebanadas de jamón. Luego sale de ahí, de la casa, sube a su bicicleta y enfila hacia su trabajo.
Le gusta sentir al viento romper sobre su cara, ver el amanecer, pedalear sin premuras.
Llega al cuartel, checa tarjeta, saca el arma de su casillero, saluda a sus compañeros y sube a la patrulla que rondará las próximas doce horas a su cargo. Como siempre abusará un poco, extorsionará un poco, etcétera.
Encuentra tiempo para visitarla a ella. Le lleva un ramo de flores. Ella lo recibe con ternura, le invita a pasar y responde a sus besos. El tipo se sabe enamorado de manera irremediable, irresistible, dopado. Saca de entre sus ropas unos versos que ha escrito hace un par de días, pegados a su panza desde entonces, y ahora, decidido, los recita tomándole una mano, temblándole la voz.
Es terrible cuando el tipo se da cuenta de que ella reprime la risa y lucha por mantener la compostura. Es como una patada a la garganta o un alfiler atravesando el ombligo. El tipo calla, baja la cabeza, se retrae y piensa en matarla. Ella se da cuenta, duda un poco, pide una disculpa. Él cede; simplemente da media vuelta y se va. Arranca la patrulla de manera estrepitosa.
Durante las siguientes dos horas estará en un mirador a las afueras de la ciudad, primero despotricando contra las mujeres, el amor, el simplismo, el desarme y la entrega, gritándoselo a la ciudad, con la camisa desabrochada y tirando balazos; y luego dentro de la patrulla, escuchando las claves y las alertas, con la mirada perdida, cansado.
En el asiento del copiloto, el conejo que mató lo observa con sus ojillos rojos, fría e implacablemente.
Para Mario
El tipo está despotricando a grito pelado contra la hipocresía y la dejadez y los corruptos y los prejuiciosos y los miedosos y la indolencia y el sistema represor. Lo hace de corrido, con dicción ejemplar, en voz tonante. Escupe parrafadas furiosas y dramatiza, alza las cejas, mueve los brazos, saca el pecho; se muestra amenazante, cínico y feroz.
Está solo en su recámara. La recámara tiene cama destendida, ropa hecha bolas, un pequeño sillón, una mesa y una silla bajo una ventana sin cortinas que da a una barda de ladrillos rojos levantada a un metro de distancia. Es de día, la luz es clara, sin tonalidades.
El tipo calla de repente y se sienta en la silla. Se rasca la cabeza, se mete un dedo a la oreja, se chupa los labios. Luego mira la puerta cerrada, el póster pegado en ella, la imagen del chimpancé vestido de tenista, boina blanca, shorts, camisa, raqueta en una mano, junto a la red con pelotas desperdigadas, y la leyenda que dice “No gano pero cómo me divierto”.
Se escucha el timbre de la casa. El tipo se levanta, pero no camina. Nuevamente el timbre. Nada, él no se mueve. El timbre por tercera vez. Entonces sale de la recámara, baja las escaleras rápidamente y abre la puerta. Su madre le suelta una bofetada apenas lo tiene enfrente; luego recoge las bolsas de mandado que dejó en el suelo y pasa. El tipo está temblando de rabia, plantado frente a la puerta abierta, con la mano de su madre como un relieve palpitante en la cara.
Ahí se queda hasta que comienza a oscurecer. Su madre lleva horas hablando por teléfono en la cocina. El tipo sube a su recámara, esta vez lentamente. Se inclina y saca un clarinete de debajo de la cama. Quita y revisa la boquilla, la vuelve a poner, sopla un Mi bemol, un Fa y un largo Sol después. Enciende la lamparita colgante, y poniéndose frente a la ventana, comienza a tocar un aire lento y profundo.
Acaba luego de unos minutos de dulce inspiración, con los ojos irritados. Le sobresalta el tronar de unos aplausos detrás de él. Es su padre. Su padre con la mascarilla conectada a un pequeño tanque verde, sobre la silla de ruedas. Aplaude dislocado, ojos bizcos mirando al techo. El tipo se acerca, empuja con un pie al paralítico y cierra la puerta, dejándolo afuera. El chimpancé sonríe.
El tipo apaga la luz y se acuesta. Antes de caer dormido se ríe al recordar algo que hizo hace mucho tiempo.
Despierta a las seis en punto. Se pone el uniforme y baja a la cocina. Encuentra a su madre dormida sobre la mesa, con el teléfono aún descolgado y una voz masculina cantando por la bocina. Toma un café y mastica varias rebanadas de jamón. Luego sale de ahí, de la casa, sube a su bicicleta y enfila hacia su trabajo.
Le gusta sentir al viento romper sobre su cara, ver el amanecer, pedalear sin premuras.
Llega al cuartel, checa tarjeta, saca el arma de su casillero, saluda a sus compañeros y sube a la patrulla que rondará las próximas doce horas a su cargo. Como siempre abusará un poco, extorsionará un poco, etcétera.
Encuentra tiempo para visitarla a ella. Le lleva un ramo de flores. Ella lo recibe con ternura, le invita a pasar y responde a sus besos. El tipo se sabe enamorado de manera irremediable, irresistible, dopado. Saca de entre sus ropas unos versos que ha escrito hace un par de días, pegados a su panza desde entonces, y ahora, decidido, los recita tomándole una mano, temblándole la voz.
Es terrible cuando el tipo se da cuenta de que ella reprime la risa y lucha por mantener la compostura. Es como una patada a la garganta o un alfiler atravesando el ombligo. El tipo calla, baja la cabeza, se retrae y piensa en matarla. Ella se da cuenta, duda un poco, pide una disculpa. Él cede; simplemente da media vuelta y se va. Arranca la patrulla de manera estrepitosa.
Durante las siguientes dos horas estará en un mirador a las afueras de la ciudad, primero despotricando contra las mujeres, el amor, el simplismo, el desarme y la entrega, gritándoselo a la ciudad, con la camisa desabrochada y tirando balazos; y luego dentro de la patrulla, escuchando las claves y las alertas, con la mirada perdida, cansado.
En el asiento del copiloto, el conejo que mató lo observa con sus ojillos rojos, fría e implacablemente.
viernes, mayo 18, 2012
Un beso
Terminó el
beso y tuve que irme. ¿Tuve que? Sí, porque abajo estaba la empleada y si me
hubiese quedado, el beso hubiera continuado hasta ya no ser sólo bocas, labios
mojando otros labios, sino manos recorriendo carne, cabellos, texturas blandas
y tensas ahí donde las texturas se afirman como muestras de la sangre urgente.
Tuve que irme y, mientras descendía por la estrecha escalinata del negocio,
probé todavía el dulzor artificial de su bilé.
Me
despedí, hasta luego, de la empleada y salí sin voltear al mezanine desde donde
Clara, estaba seguro, me veía partir. Hebras de su perfume habían quedado
sujetas a mi ropa, a mis dedos. Mi sentido de orientación decidió pasear sin
rumbo fijo mientras menguaba la erección. Era mediodía y yo no tenía nada más
que hacer. Un beso, un beso bien dado, pero sobre todo un beso bien recibido
puede tener resultados tan notorios como aquel.
Anduve
haciendo el tonto con cara de contento por algunos de los negocios cercanos,
hasta que me metí a un café. En el café estaba sentada una muchacha que yo
conocía de tiempo atrás y que me era particularmente antipática desde siempre.
Fingí no darme cuenta de su presencia y pedí un americano, cenicero y un vaso
con agua, por favor. Saqué de mi bolsillo el libro de Cortázar y a cada frase
que me gustaba, a cada pequeño relato que terminaba, sentía ganas de volver a
donde Clara y continuar con aquel beso, siguiera lo que siguiera (dicen que el hubiera no existe, pero yo estoy seguro
de que no sólo existe, sino de que está aquí, constante e interminablemente,
rondándonos). Ya me veía yo subiendo de dos brincos la escalinata, con la
empleada suspendida en un sobresalto, y yo desabrochándome la camisa y Clara
sentada frente a su computadora, y yo la tomaba por detrás y le mordía el
cuello y ella enlazaba sus brazos en una reacción inmediata y provocadora y yo
la tomaba del cabello y la besaba, la besaba, la besaba.
Pero no;
aquello sería demasiado, digamos, hollywoodense. Música de fondo y toda la
cosa.
Así que el
café no estaba bueno, el cigarro sí y la gorda seguía ahí, leyendo una revista.
¿Por qué me caía tan mal? Nos conocíamos desde la escuela y nunca habíamos
intercambiado más de cuatro frases. Creo que era toda ella la que me era
repelente. Desde su voz hasta su complexión, algo indefinible que me molestaba.
Me parecía fea, estúpida, pretenciosa. No sé, me caía mal y ya. Todo lo
contrario que con Clara; desde que se mudó a tres casas de la mía, años atrás,
me gustó. Clara es grande, de carnes
abundantes. Tiene el rostro de una niña feliz y el cuerpo de una madre
universal. Bella.
En fin, que
Cortázar seguía siendo un maestro, un maestrazo, y el vaso con agua seguía
lleno, prendía otro cigarro y una nube se interpuso al sol. Humo azul, libro
abierto y, todavía, el beso.
¿Cómo se
llama esta bofa?, Ara..., Arin…, Aral… ¡Arely! Hasta el nombrecito, caray.
Arely leía verticalmente su revista. Alguna tontería, seguramente. Que fea
estás, desgraciada. Ya te hubiera querido conocer Darwin. ¿No que no?,
¡descendemos del mono!, hubiera afirmado, satisfecho. Y en cambio, Clara, desde
el primer intercambio de palabras, fue magia. Mujer completa, estaba lejos de
la vanidad y muy cerca de la soberbia: seguridad de hembra sensual, seguridad
en plenitud de formas femeninas. Una constelación de pecas desaparecía cada vez
que reía y el color subía a su cara. Pelirroja y de ojos claros como las
certezas, bella como sólo es bella quien nosotros decidimos que así lo sea.
El café se
enfrió y, curiosamente, así sabía mejor. Entraron tres personas más: un tipo y
dos mujeres uniformados. Seguramente empleados del banco de junto. Conversaban
animadamente y pidieron la carta. Ahora me daba cuenta que mi aliento no era
precisamente el mejor. ¿Se habría dado cuenta Clara? Carajo, si yo había
pensado lavarme los dientes antes de salir de casa. ¿Por qué no lo hice? Bueno,
la verdad no estaba seguro de que iba a encontrarla y mucho menos sabía que la
iba a besar. Por otro lado, el aliento de ahora ya tenía su dosis de cafeína y
nicotina en la mezcla. Además, estaba seguro que Clara no sólo no lo había
notado, sino que quería que aquel beso se prolongara el tiempo necesario y no
que a mi me entrara un repentino nerviosismo por ser descubiertos por su
empleada, o cualquier otra persona.
Idiota.
¿Desde
cuándo tan consciente? ¿Estaría volviéndome maricón? ¡Qué maricón ni que la
chingada!, aquella erección me contestaba... si es que se puede decir eso de
una erección. Aunque menguó considerablemente desde que Arely se interpuso en
su camino… ¿Dónde estaba ella ahora? En su lugar de antes el vacío hojeaba la
revista. Se habría ido y yo ni en cuenta. Total, seguía con Cortázar. Pero sólo
por unos minutos; en la mesa de enfrente las carcajadas del trío banquero eran
disparadas como piedras a las ventanas. Una de las mujeres no estaba tan mal.
Nada mal para ser precisos. Morena y esbelta, de piernas torneadísimas, no muy
alta, con labios delgados y cabello negro. Era la que más ruidos hacía cuando
se reía. De repente era como si se ahogara y producía una especie de graznido,
como un ronquido o como cuando quieres limpiar la garganta de flemas, y ese
sonido tenía la facultad de hacer que los demás siguieran riendo ya no del
comentario que suscitara la primer carcajada sino de la carcajada en sí y ella,
en el colmo de la hilaridad, parecía sufrir el mismo efecto al escucharse a si
misma. Ahogada en felicidad.
Guapa y
joven, era un gusto verla. Además aquello se contagiaba. Yo reí por simple
reacción. Hasta cuando vi a Arely volver a tomar asiento continué riendo. Aun
más, cuando vio Arely que yo la veía (riendo) me saludó con la misma felicidad
y yo le contesté el saludo haciendo un gesto con la mano. Peor aun, cuando
Arely se levantó y la vi acercarse a mi mesa, yo no sólo continué riendo, sino
que me levanté, la saludé de beso y separé la silla para que tomara asiento.
¡Arely!,
¿cómo te va?, un gusto verte de nuevo.
¿En serio?
¡Ja!, en
serio. ¿Por qué lo dices?
Yo siempre
creí que te caía mal.
No, cómo
crees.
Humm, tú a
mí sí me caías muy mal.
¿Yo?, cómo
crees.
¡Ya!,
sigues siendo igual de arrogante.
¿Igual de
arrogante?
Sí,
igualito.
No me había
dado cuenta. ¿A dónde puedo acudir para solucionar mi problema?
Humm.
¿Y ya no te
caigo mal?
No sé, hace
siglos que no te veo.
Pues heme
aquí, igual de arrogante.
Pues sí.
Bueno, y ya
tratando de solucionar mi defecto, ¿tú qué heces por aquí?
Pue…
¿Dije
heces?, perdón, ¿qué hAces por aquí?
Sí… pues
este café es mío.
No, este es
mío, yo lo pagué.
No seas
sonso, el negocio es mío.
¡Ah!, ¿no
me digas? Y yo pagando.
¡Pues claro
que tienes que pagar!
Pero,
mujer, si soy amigo íntimo de la dueña.
Humm.
Está bien,
no importa. ¿Y cómo te ha ido?
¿Sigues
soltero?
¡Ja!, ¿tan
mal te ha ido?
No sonso,
yo tengo tres años casada.
Un
valiente, el hombre.
Oye,
cuidadito.
Calma
Arely, calma. Sólo bromeo.
No me
gustan esas bromas.
¿Sabes?, creo que ese fue siempre tu problema,
nunca aprendiste a reírte de ti misma.
¡Entonces
sí te caía mal!
Mucho muy
mal.
¿Ya ves?,
¿qué te costaba ser sincero?
Pues, por
lo pronto, una taza de café.
Humm. Ya no
sufras, te la regalo.
¡Hombre,
qué amable!, pero la verdad es que sabe horrible.
No es
cierto.
De verdad.
Aunque cuando se enfría como que mejora. Te lo digo como amigo.
De seguro
sigues soltero, ¿verdad?
¿Y eso qué
tiene que ver?, tu café va a saber mal me case o no. Te voy a recomendar un
molino que hace unas mezclas buenísimas. Y sí, sigo soltero.
Se te nota
en la facha.
¡Ja!
¿De qué te
ríes?
De que ya
me estoy acordando de por qué me caías tan mal.
¿Por
sincera?
¡Ja!
Humm.
Y bueno,
sigo con mi terapia, ¿cómo te ha ido?
Muy bien.
Nos acabamos de cambiar de casa hace unas semanas a la zona residencial de aquí
atrás…
¿Ah sí?
…compramos
el terreno y la construyó un arquitecto del D.F., que es así como lo máximo…
¿A poco?
…y cómo mi
marido es abogado…
Mira nomás.
…y no
tenemos hijos, pues le dije: oye gordo, voy a poner un café para no estar tan
aburrida en la casa…
Lógico.
…al cabo
que casi todas mis amigas son de cafecito en la tarde y esas cosas…
Negocio
redondo.
…y pues ya
ves, muy contenta.
Se te nota
en la facha.
Y tú dónde
vives.
También
aquí atrás.
Con tus
padres, de seguro.
Sí, Arely,
con mis padres.
¿Cuántos años
tienes? ¿Treinta?
Los mismos
que tú.
Para nada,
cuando íbamos en la escuela tú ya habías reprobado como dos veces.
Estabas muy
interesada en mí ¿eh?
Te digo,
igualito.
Ni modo.
¡Ay!, ¿no te
parece horrible cómo se ríe esta mona de atrás?
Al
contrario, se ríe con toda el alma.
Estás loco,
se ríe como puerquito.
Se ríe como
le viene en gana.
¡Ya!, te
gusta.
A
cualquiera.
Ay no, a ti
es al que le gustan las gatas.
¡A
cualquiera!, hasta a tu marido.
¡Óyeme!
Arely,
hazte un favor y no contrates a una jovencita para que te ayude en la casa, los
abogados son los peores.
Y tú qué
haces, por cierto. No has de ganar mucho que hasta andas mendigando una taza de
café.
¡Ja!
¿Hay algo
que no te dé risa?
Es que
estoy muy contento.
¿Y por qué?
Porque no
hago nada y la vida me regala besos.
¿De tus
gatas?
No, de su
patrona.
Humm.
Entonces no haces nada.
Nada.
¿Ya no has
visto a Linda?
No, de toda
esa gente de la escuela no veo ni frecuento a nadie.
Humm.
Bueno
Arely, me voy. No puedo decir que ha sido un gusto volverte a ver, pero de
todos modos gracias por el café.
Oye, en
serio que deberías darte aunque sea una rasuradita. Te ves mal con ese greñero,
muy sucio.
O.K., a ver
si me acuerdo.
Cuando salí
de ahí la risa de aquella morena seguía libre por los aires. Me hubiera gustado
saber cuál era su nombre. Pero Arely -¿quién sería el idiota que se había
casado con ella?- me echó a perder la
lectura, el momento y hasta el beso. Lo mejor era olvidarse de ella: si en
verdad existía Dios, él se encargaría de mandarla al infierno.
Lo malo fue
que me puso a pensar. Si en verdad yo pretendía algo con Clara había que solucionar
varias cosas. Lo del trabajo, por ejemplo. La facha yo sabía que no importaba.
El trabajo, en cambio, sí era necesario. El dinero, mejor dicho. Un café, una
copa, un baile, un cuarto de hotel, un regalo cualquiera tenía su precio.
Porque, aunque Clara era dueña de su propio negocio, no se trataba de hacerle
al gigoló. Por puro orgullo nomás.
Ya me
estaba complicando. Un beso no significaba nada. Una caricia apenas. Un estar
de acuerdo al mismo tiempo. De haber continuado lo más seguro era que el beso
hubiese acabado sin más consecuencias. Una sonrisa y ya. La calentura había
hecho que mi cerebro fabricara improbables concupiscencias. Así estaba bien.
Cuando la volviera a ver todo seguiría igual. Aunque sus ojos, al momento de
irme, pedían algo más. No sexo, sino… compañía, cariño, comprensión, ¡qué sé
yo! Carajo, ¡por qué me fui así! No sólo me quito de dudas sino que hasta me
evito a la puerca esa.
Aquella
nube seguía tapando al sol y yo caminé las cuadras que me separaban de mi casa.
Pasé frente a la de Clara y recordé cómo habíamos empezado a llevarnos: a ella
le gustaban las novelas eróticas y a mi me gustaba leer en la calle. Así que un
día pasó por ahí, paseando a su perro, y me vio sentado con un libro en la
mano. ¿Qué lees?, me preguntó mientras el perro husmeaba mis pies. Esplendores y miserias de las cortesanas,
de Balzac, contesté enseñándole el libro. ¡Qué buen título!, luego me lo
prestas ¿no? Claro, contesté, mañana mismo te lo llevo a tu casa. Bien, dijo,
yo te presto otro. Me parece perfecto, ¿a qué hora te encuentro? Después de las
tres de la tarde ya estoy ahí. Bien, continué, te lo llevo como a eso de las
cuatro. Ok, nos vemos entonces. Órale. Oye, dijo con esa cara de niña, ¿es
cachondón? Pues, le contesté riendo, no precisamente. ¡Oh!, bueno, está bien.
De todos modos llévamelo, me gusta leer. Ahí estaré, contesté mientras su perro
insistía en oler cada rincón a su alcance.
Nos
prestábamos libros, entonces. Después los comentábamos brevemente y así hasta
que comenzamos a platicar de nosotros. A mi me gustaba toda ella, su cuerpo, su
rostro, su afición por novelitas en las que la heroína iba cayendo de a poco en
los llamados de la carne. Se aprendía párrafos completos y después los
comentaba con una emoción que me divertía bastante. Se estaba a gusto a su
lado. Y como nunca hubo ni una sola insinuación de su parte, yo me conformaba
con verla y escucharla. Era, como ya dije, una combinación de niña y diosa de
la fertilidad. Hasta hoy, que sin muchas esperanzas de encontrarla, fui a su
negocio para prestarle un libro de Sade. Subí a su oficina y después de
platicar un rato, cuando ya me despedía, no aguanté y la besé en los labios.
Ella respondió, volví a besarla y después… me fui. Había sido tanto el tiempo que tenía tratándola
con una distancia cordial que en aquel momento no supe distinguir bien la
entera disposición de sus labios.
Imbécil.
Ni hablar,
la volvería ver. Sade estaría muy avergonzado de mí.
Entré a mi
casa y mi padre ya estaba a la mesa. Comimos. Pasé la tarde leyendo a Cortázar
en mi recámara y volvía a pensar en Clara. Hacía calor y la imaginación
sobraba. Tuve otra erección. No quise masturbarme y la dejé así. La mente es
poderosa, oh Clara. A tres casas…
De repente
sonó el teléfono.
¿Bueno?
Buenas
tardes, ¿se encuentra Gilberto?
Él habla,
¿quién eres?
Arely,
sonso…
Ah.
…dejaste tu
cartera en la cafetería.
¿En serio?
Supongo que
no te habías dado cuenta, ¿para qué traes cartera si no cargas ni un peso? Y además, ¿con qué pensabas pagar?
Traía unas
monedas, Arely.
Humm.
Bueno,
mañana paso por ella a la…
¡No!, la
tengo aquí, en mi casa, ¿por qué no vienes por ella?
¿Ah?
Según tu
credencial, vivimos en la misma calle. Yo en el 476 y tú en el 124, a unas
cuadras nada más. Camina, no seas flojo.
Pero, por
qué no mejor mañana…
¡Ah no!, si
no vienes ahorita no voy andar cuidando tus cosas, ¿qué te crees?
Está bien,
¿476?
Sí.
Ahorita
llego, entonces.
¡Y eres un
naco!
¿Por qué?
Ya vi tus
calendarios de viejas encueradas, no inventes.
¡Ja!
Si te tardas
no te abro.
Bien, allá
voy.
A ver,
aquello estaba muy raro. ¿Por qué tanta urgencia? Y además en su casa. De
seguro quería seguir presumiendo de los logros de su gordo y del arquitecto que
era así como lo máximo. Se podía quedar con la cartera. Ni dinero ni nada que
me interesara en particular… Bueno, la credencial. Volver a tramitarla no era
algo que me emocionara. Carajo.
Diez
minutos después llamaba a la puerta de su casa. Me contestó por el interfón.
¿Quién?
El
arrogante.
Pasa.
Sonó el
timbre de acceso y empujé la puerta. Un jardín sin árboles rodeaba la casa de
dos plantas; un cubo blanco con un ventanal enmarcando toda la parte superior.
La base no estaba al ras del suelo sino que, por medio de una especie de vigas
o pilares debajo de ella, se levantaba a metro y medio, suficiente para que la
escalinata que llevaba a la puerta principal tuviera una cualidad flotante.
¿A poco no
está hermosa mi casa?, dijo Arely, vanidosa desde el umbral.
Sí, no está
mal.
Pasa, no
hay nadie.
¿Y tu
marido?
Llega hasta
las nueve del despacho.
Eso es.
Siéntate,
ahorita te traigo tu cartera.
Gracias.
¿No quieres
un café?
No gracias,
mejor un vaso con agua, plis.
Ok.
Arely se
dirigió a la cocina y yo todavía dudaba de sus intenciones. La casa, sí, estaba
bien. Los interiores eran modernos, perfectamente iluminados. Se podía ver
desde la sala la parte trasera del jardín en donde había una amplia terraza y
un pequeño paseo de flores.
¿Por qué no
tenía la cartera a la mano desde el primer momento?
Regresó con
el vaso de agua.
¿Qué te
parecen los acabados?, me encanta toda esta tendencia minimalista. Estas
lámparas las compramos en Nueva York y
la mesa en otro viaje que hicimos a Italia.
¡Viajamos tanto!
Qué bien.
Mira, ven.
Te quiero enseñar algo.
Aquello ya
no era sospechoso sino evidente. Me levanté y la seguí hacia la segunda planta.
Nos paramos a medio pasillo, completamente a oscuras.
Espera
aquí, me dijo.
La oí
alejarse unos metros y luego un ligero clic. Poco a poco se fue iluminando la
pared, por medio de unas lámparas que tenían ese efecto de lentitud. Colgado a
todo lo largo del corredor estaba una reproducción del Guernica de Picasso
hecha con pequeños azulejos negros, blancos y grises.
Esto está
buenísimo, dije sinceramente.
Ya sabía
que te iba a gustar.
Bue-ní-si-mo.
Arely se
acercó y me tomó la mano.
A mi marido
no le gusta.
¡Nhombre!,
no sabe lo que tiene.
Así es, no
sabe.
Y entonces
ella giró hacia mí. Sentí sus pechos apretados y la cercanía de su rostro. Lo
dudé dos segundos. Metí la lengua entre sus labios y Arely sacó la suya para
lamerme toda la cara. En un minuto ya estábamos en el suelo. Yo le apretaba con
furia las nalgas, le chupaba el pecho, le frotaba los muslos; ella mordía mis
oídos, jalaba de mi pelo y se movía como convulsionada. Comenzó a jadear. Yo le
quité la blusa, ella me quitó la camisa. Yo le quité la falda, ella me quitó el
pantalón. De un sólo movimiento nos deshicimos de los calzones y la penetré
fácilmente. Ella enredó sus piernas por mis caderas, yo me levanté un poco y
comencé a arremeter. No tuve ni tiempo de reflexionar, de darme cuenta de que
me estaba cogiendo ¡a Arely! Ella se
sujetó de mis hombros y nos encontramos en un amasijo de carne, sudor y
bufidos.
¡Te odio!,
gritaba, ¡Métemela toda!, ¡CÓGEME!... ¡Te odio!, ¡Cógeme!
Vaya que
estaba excitada. Y luego empezó con lo de
¡Quiero un
hijo!... ¡Métemela toda, así, así!... ¡Quiero un hijo tuyo, cabrón!
Eso estuvo
a punto de inhibirme. Pero, ¡qué demonios!, le mejoraría la raza.
Seguimos un
rato así. Yo me hinqué y ella me presentó su blando y feo culo. La volví a
penetrar, tomándola de la cintura y empujándola de un lado al otro. ¡Te odio!,
¡quiero un hijo!, ¡Más, Más, Más!, ¡te odio, cabrón!, ¡cógeme!...
Me vine
dentro de ella. Un chorro largo y abundante. Se me fundió el cerebro. Luego caí
exhausto sobre su espalda y ella continuaba ronroneando. Al fin nos separamos.
Estábamos
tirados en el pasillo, absortos. Por el ventanal se podía ver la primera noche
y sobre nosotros, el Guernica ululante.
Me tengo
que ir.
Sí, mi
marido no tarda en llegar
¡Ja!, reí.
¡Ja!, ella
también.
Salí de ahí
con una extraña mezcla de placer y disgusto. ¡Quién lo iba a pensar! Arely
resultó una máquina de improperios secretorios y yo, que decía no querer ni
verla, resulté más bestia que ella. Traía pegado a mi cuerpo su olor agridulce
y aquello me provocaba náuseas. Pobre de su gordo. De seguro no le daba la
batería necesaria. Y yo lo comprendía. Si aquello se repetía a diario uno
podría ver amenazada su integridad física. Arely era un auténtico animal en
celo perpetuo. Lo del hijo resultaba curioso. ¿Sería un abogado estéril? Quién
sabe. Lo cierto es que no quería volver a encontrármela en los próximos nueve
meses. Y de ser posible ni en los próximos nueve años. Una especie de vacío me
drenaba. ¿Por qué me sentía así? Aquello había estado fenomenal. Me hacía
falta. Pero, de todas formas, había algo que me molestaba. Mi repulsión hacia
ella aumentaba a cada paso que daba.
Volví a
pasar frente a la casa de Clara. Su auto estaba estacionado y se podía ver luz
en las ventanas. ¡Clara!, ella sí era algo que me hacía falta. Clara, claridad,
clarividencia. Me senté en la banqueta, viendo la fachada. ¿Y si llamaba a su
puerta?... No, ¿para qué? Aquel beso tenía que continuar en otra parte. Tal vez
estaría leyendo a Sade. Esperaría hasta que me lo entregara, dos o tres días. Y
entonces…entonces sí, un beso no sería suficiente. En verdad la quería y eso mismo
era lo que me aconsejaba paciencia. Y tal vez eso era también lo que me
incomodaba. De alguna manera la había traicionado. ¡Y con quién!, carajo. Arely
fango, Clara el mar.
Otro
automóvil se estacionó frente a su casa. Reconocí de inmediato a su conductor.
Hola
Gilberto.
Hola Raúl.
Nos vemos,
buenas noches.
Hasta
luego, buenas.
El marido
de Clara entró y yo me levanté para irme a bañar. Ella me había dicho que sus
tres hijos lo querían como locos.
Al quitarme
la ropa me di cuenta de que Arely no me había devuelto la cartera.
jueves, mayo 17, 2012
EL TIEMPO ES UNA VARIABLE
2003-10-29
¿Vienes?
Aquí todo sigue bostezando,
Las aves caen dormidas,
El humo de mis cigarros se estanca en
cualquier silencio.
Tengo mentiras por contarte,
Mentiras que te hagan reír.
Los policías siguen rondando,
dormidos,
Las jóvenes sueñan con príncipes
drogados
Y en la calle he visto tu rostro en
todos los rostros.
¿Vienes?
La ropa se me cae, dormida, sucia y
borracha,
Me como los dedos
Y nadie es lo que necesito.
El calendario anda con muletas de
acero
Y en la televisión repiten películas
malísimas
(las he visto todas, setecientas
veces).
Tengo música para guiar a la noche a
través del insomnio,
Los gatos buscan mi ventana para
gemir
Y los vicios ya no me divierten.
Ayer se queda esperando a que mañana
se quede esperando
A que hoy no espere nada más.
¿Vienes?
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