miércoles, mayo 09, 2012

Soñé que me chupaba la mi verga


 para Iolanthe








Soñé que me chupaba la mi verga. La mi verga del sueño era el doble de larga y el triple de gruesa que la mi verga del diurno. Cuestión de agachar la cabeza y encontrarla inhiesta, roja y circuncidada, ahí abajito, casi para recargar la barbilla o picarse un ojo. Chupábala, pues, y pensábalo así: This is too much.



Desperté no muy contento. Se consolaba mi desconsuelo diciendo que chupar verga no es tan terrible si se trata de la propia. La mi verga de veras, distendida y en buena forma, me pareció una vocal minúscula comparada con la superlativa consonante que acababa de oralizar. Sentí un poco de lástima por ella, por la de veras, y otro poco de lástima por mí, pues fue claro que aquella otra me daría fama y oportunidades muy distintas a las de mi vida normal. Un vergón de esos y no tendría que pensar en cómo haría para pagar deudas, o meterme a bañar, como estaba a punto de hacerlo, con agua fría.



Bajo la regadera la mi verga diurna se hizo un punto y aparte.



Luego pensé en chuparme la mi verga de veras. Tal vez pudiera hacerlo. En el sueño, por lo que recordaba, las sensaciones no fueron de placer exponencial, como cuando sueño que cojo (al grado de que nunca he sentido la intensidad del coger dormido al coger despierto), sino que todo fue demasiado extraño como para gozarlo. Fue una de esas escenas en las que el inconsciente saluda al subconsciente y ambos se reconocen en la conciencia de estar soñando.



No eyaculé. Y qué bueno.



Saliendo de la ducha, pensé en quien siempre pienso cuando quiero masturbarme (la novia de un amigo) y al minuto estaba con el arma apuntado al techo. Me senté sobre la tapa del retrete, acomodando la espalda y viéndome la mi verga fijamente, midiendo la distancia, el esfuerzo, la curvatura, el estiramiento, con la mirada bien fija en el orificio del pito parado.



Me enderecé, desistiendo de pronto del intento. No iba a lograrlo. No tenía la flexibilidad ni el tamaño requeridos. La mi verga de veras era de una modestia grosera y mi condición físico-muscular auguraba problemas. Pero seguí acariciándome, ahora sin pensar ya en la novia de mi amigo, viendo al suelo nomás, manteniendo la erección, pero pensando en que tal vez sí pudiera lograrlo sentado de otra forma, con las mis nalgas muy casi en el filo del retrete, las mis piernas muy separadas, los mis brazos al suelo, agachándome y doblando lo más que se pudiera el mi cuello, como si quisiera verme el mi culo, y sí, tal vez sí pudiera hacerlo: la agarraría al vuelo.



Así que me senté muy casi en el filo del escusado, con las mis piernas muy separadas y todo lo demás, y no, no fue posible. La mi verga se alejaba como huyéndome, escondiéndose como un animalito asustado en su casita de pelos, imposible de alcanzar.



Volví a sentir lástima por ella y por mí, y sentí también que ambos nos culpábamos de algo imposible de resolver, algo que sólo dándonos un tiro en la cabeza tendría su final. Salí del baño acariciándome todavía, pero como con cariño, como con afecto libre de sensualidad, como cuando un amigo falla y tú vas y le dices don’t worry, carnal, esto es sólo un juego, no-pasa-nada, pero lo haces porque es tu amigo, no porque sea cierto, y por dentro quisieras simplemente no ser tú quien así lo consuela.



Salí acariciándome la mi verga diurna, más bien caviloso, pensando en la mi verga del sueño, tan grande y fácil de chupar, tan palpable e inexistente. Un sueño raro, sin duda. Aunque estaba seguro de que, buscando, hallaría referencias acerca de sueños idénticos al mío en muchos casos. Tal vez hasta fuera un sueño arquetípico y significara algo distinto al simple mamar vergas, algo más allá del sexo y la carne, algún tipo de necesidad o alguna señal de mi psique alienada que requería estudiarse con cuidado. Porque yo, despierto, jamás quise chuparme la mi verga de ninguna manera, ni la de nadie. Y en este punto ya estaba sobre mi cama y comencé a pensar en otras vergas, en las de mis amigos, en la de mi padre, en las de ciertos personajes de la televisión, y luego en vergas de niños y luego en vergas de animales y en flores con forma de verga y en el término vergazos y en que la verga es el palo más alto de un barco. Pensé en las vergas desde los egipcios hasta los norteamericanos. Pensé en los ritos falocéntricos y en tantas escenas de mamadas de verga que había visto en mi vida.



Después de un rato así (¿Minutos? ¿Horas?), vi con claridad qué era lo que tenía que hacer para chuparme la mi verga. Si levantaba las piernas y las echaba hacia atrás, así acostado como estaba…



Apenas iba a intentarlo sentí una punzada y la mi verga escupió una cantidad mínima de semen que escurrió de prisa por el tronco, los pelos y los huevos. Un semen frío y casi agua que me extrañó y me asustó y casi me mata cuando vi que era como mercurio que brotaba mansamente de mi pene sin que yo sintiera nada, sin cesar, en discreto borboteo. Y fue verlo y comenzar a sentir olitas de placer, tironcitos en los dedos, calambritos en el plexo, cosquillas en la tráquea y espasmos de gozosa desesperación. El semen escurría por el mi vientre y caía por las mis caderas, mojando así como moja el mercurio. Yo ya no me masturbaba, la mi verga tenía vida propia y se venía y se venía y se venía y yo no sabía qué pensar pues aquella la mi verga diurna se comportaba de manera onírica y yo boquiabierto cariacontecido pellizcándome los mis muslos con dolorosa factura de su realidad. ¡Ay!



Empapado de mercurio seminal, no sabiendo bien a bien si estaba realmente despierto o si era una especie de sonambulismo erotómano exacerbado e incontinente del cual no terminaría de salir jamás, una fatiga extrema y una como angustia me hicieron sentir cada vez peor. Comencé a pensar en vergas de muertos, vergas de cadáveres fresquitos, de asesinados y suicidas, vergas muertas que todavía se movían, vergas erectísimas de muertos por infarto y vergas todas con un tufo a podrido. Quise levantarme, pero no pude. De hecho no quise hacerlo. Sólo pensé en que debería levantarme y salir de ahí, que eso era lo que tenía que hacer, y al instante supe también que no lo haría, que así me quedaría hasta que todo eso se acabara, no importando si yo me acababa también con ello.









(¿Siente que algo le falta a este haiku? Participe y diga qué cree ud. que sea eso)


Matamoscas*

Ilustración: Zertuche Slecht Leven, Aguascalientes, Ags. México. 2012. Iba a sentarme a escribir pero me puse a matar moscas. No ...