Dedicatorias


Adiós a Fernando P.
Por Edna Rodríguez Salas.
12 de abril, 2013.


Esta tarde quiero platicarles un poco del Fernando Paredes que yo conocí, desde el lugar en el que me tocó vivirlo por supuesto (pues no podría ser de otro modo), avisándoles por adelantado que mi posición hacia él es la de una persona que se siente y se sentirá privilegiada de haber estado a su lado los últimos cinco años de su vida, a pesar de las muchas dificultades que tuvimos en nuestra convivencia diaria. Tengo que prevenirlos, además, que mi duelo atravesó muchas etapas -unas simultáneas, otras consecuencia de las anteriores-, y en cada una, mi modo de pensar fue cambiando, de tal suerte que cuando escribo esto sé que lo hago con dignidad, quizás resultado inconsciente y consciente de las múltiples resignificaciones que tuve que pasar durante este tiempo.

Cuando yo conocí a Fernando Paredes en persona, pasó algo bien curioso: Normalmente confundía su nombre por su seudónimo y le decía: "Es que sigo sin creer que estoy frente al famosísimo Aristidemo". Para mi sorpresa, descubrí muy pronto que Fernando no sólo era muy conocido en la página de Internet donde lo conocí inicialmente, sino que también lo era en su tierra, aunque no precisamente por sus letras, sino en parte por su gran simpatía y su buena conversación, de modo que para la gente de allá "Aristidemo" era un sinsentido con el que jamás lo habrían asociado. "¡Qué onda, Muerto!", le gritaban del otro lado de la calle en la que íbamos. "¿Te dicen así?", le pregunté. Era claro que sí. "Como quien dice que tú eres la Novia del Muerto" y me hacía reír. Ese tiempo fueron días de fiesta, hubo conocidos de él y desconocidos por montones que nos veían bailar por las calles y avenidas de Aguascalientes, estábamos muy contentos de estar juntos, nos sorprendía la forma como nos conocimos, el modo como se cruzaron nuestras vidas, la fortuna que tuvimos de encontrarnos.

Llegué a esos rumbos un 21 de enero del 2007, fecha que se convirtió en registro de nuestros años juntos. Recuerdo de aquel día que lo miré a los ojos y lo encontré con una mirada extraviada, pero al mismo tiempo con la esperanza de quien puede ser feliz, así que casi sin pensar en lo que le estaba diciendo, le dije: "Te vas a curar". De qué, no sé, pero hicimos muy buena empatía desde el principio por lo que me sorprendió muchísimo que luego de casi un mes juntos, repentinamente cambiara de opinión y me pidiera que regresara de donde vine. Sólo para variar, recuerdo bien que escogió el 14 de febrero para decírmelo. Como noté que me lo decía muy en serio, ya no quise preguntarle el porqué y sólo le contesté a media voz "okey" seguido de un trago de mi bebida que me pasé como si nada. Al día siguiente, sin detención alguna de su parte, compré mi boleto de vuelta a casa y me fui en la noche.

La distancia y los sucesos no interrumpieron nuestra comunicación en línea, incluso ambos parecíamos dispuestos a vernos otra vez, pero ya casi iba a comenzar la Feria de San Marcos en abril y  los dos nos hicimos un par de necíos "montados en nuestro macho". La situación me puso muy orgullosa, decidida a no volver con él si no iba a buscarme a Puebla, hasta que un día me escribió una carta que luego publicó en Internet con el título de "Epítetos, Poesías, Pituitarias". Decía al final de la misma: "Ya pues: tu horóscopo dice que yo soy tu color favorito; el mío dice que tú eres mi número de la suerte. Olvida tamaña cursilería, tremenda idiotez, infausta tontería, y hazme saber las calles donde vives: te voy a mandar mi brazo para que lo lleves". Le mandé entonces mi dirección y Fernando al fin se presentó con mis papás, contestó todas las preguntas de cajón que le hacía mi hermano y a los tres días nos regresamos juntos a la casa, a nuestra casa. Todo volvía a acomodarse en su lugar.

Los siguientes fueron meses de intenso aprendizaje, vimos juntos películas clásicas que yo nunca había visto porque no tenía la costumbre de ir al cine, mientras que él las volvía a ver por décima o vigésima vez sin cansancio alguno. Mar adentro, Un día muy especial, Annie Hall, Naranja Mecánica, Matar a un ruiseñor, Rocky I (su favorita), fueron apenas parte de la introducción de un montón de películas que vimos juntos. /En una de esas sin darme cuenta que me veía, puso pausa en la videocassetera y me confesó: "Cómo quisiera ser tú para sentir de nuevo lo que sentí la primera vez que vi estas películas". Me creó un hábito que no tenía, es cierto, pero además estaba sorprendidísima de que él se supiera prácticamente todos los nombres de los directores, productores, guionistas, fotógrafos, compositores musicales y actores de cada película que veíamos, en verdad que sólo le falta el staff. "Claro -me decía- te sorprendes porque tú de plano casi no tienes nada de eso que llamamos cultura general". Acepto que me hacía reír porque tenía razón, pero aparte de eso, a mí no me engañaba, él poseía una hiper memoria digna de admirar.

Lo constaté también con el incontable repertorio de música que almacenaba en su computadora y con sus montones de casettes y discos compactos que conservaba en buen estado, originales algunos, grabados por él otros, estos siempre con la característica de que él mismo ordenaba las canciones por ritmo y no en el orden que fuera. Yo fui testigo de madrugadas enteras que le tomaba buscar música nueva, la discriminaba como todos según sus gustos, la ordenaba, la clasificaba y luego la bajaba a su usb. Todo el tiempo escuchaba nueva música y a cada rato iba renovándola. Pero además de eso, tenía por supuesto música que no se cansaba de volver a escuchar, The Rolling Stone, The Beatles, Bill Evans y Gustavo Ceratti son nombres que me vienen a la mente al azar, pero eran muchos, muchísimos los grupos y cantantes que formaban parte de su acervo, y hablando de música no reciclable me acordé que nuestra canción, por razones que luego puedo explicar, fue sin duda la de Bill Withers, "ain't no sunshine when she's gone". Algo que alguna vez me platicó, ya que les hablo de su música, es que él reconocía que fue un músico frustrado. Inclusive metió documentos apócrifos para poder estudiar música en la universidad, pero un pequeño error de cálculo lo sacó de la jugada: La persona que le falsificó su certificado de bachillerato le había puesto en casi todas las materias diez, algo elementalmente increíble, lo que causó perspicacias ante las autoridades.

Como sea, el caso es que él nunca se casó con algún género en especial, salvo cuando fue más joven, tal como lo narra en su escrito "Antropología del fan", donde casi se escucha su risa cuando nos dice: "Dejé de ser fan cuando vi que gritar en un concierto de Metallica y gritar en un concierto de Alejandro Fernández era exactamente lo mismo". Y quiero hace énfasis en la diversidad de películas que vimos y en la diversidad de música que siempre escuhábamos en casa, para que se den cuenta que su personalidad, conforme se enriquecía, era cada vez más amplia y diversa, siendo de su total animadversión el enfocarse en general en un solo género, en una sola corriente del pensamiento, en un solo modo de ver la vida. Él lo dijo en la presentación del libro El Cuerpo Remendado, donde por cierto quedaron grabadas sus palabras:  "Si no es divertido cualquier cosa en la vida, no vale. (...) La palabra divertido tiene que ver también con la palabra diversidad, lo diverso, lo divertido demuestra, nos muestra a cada uno de nosotros -cuando nos estamos divirtiendo- las posibilidades que podemos ser cada uno de nosotros".

En su obra lo pueden corroborar una y otra vez. Él se convierte en un montón de personajes, en un montón de historias que contar. Y él que vivía una profunda ruptura silenciosa y progresiva, supo llenar su hondo vacío exponiendo la absurda coherencia de nuestras vidas con la ligereza de hablarnos de cosas tan sencillas con su fino sarcasmo y su atinado cinismo. Por eso y por otras razones de peso estoy convencida de que perdimos a un genio. Un genio que se hizo a través de su meticulosa observación, de su basta curiosidad, de su atenta lectura, de la experiencia de vivir con el metro de sus propias reglas, apartado por completo del snobismo y la solemnidad. Por eso no me parece ninguna casualidad que en el Prólogo que le dedica a su amiga, lo sienta reflejado a él mismo con sus propias palabras: Cito: "En tiempos en que el arte requiere un título, un diploma o una clasificación definitoria, lo único que pido es alguien que no se dé por enterado; que venga y me cuente cómo es que le va; y que de vez en cuando le guste exagerar los hechos por el puro placer de hacer divertido lo intrascendente". 

Búsquenlo y léanlo en "Burgués" o en "El Ché Guevara era maricón", por ejemplo, donde si uno no se anda con prejuicios de izquierda, se disfruta con muy buen humor sus afirmaciones que por si fuera poco, dejan mucho qué pensar. Cito: "Aprendí que al búnker se le escamotea desde dentro. Se necesita paciencia de Gandhi para continuar retando al imperio social y yo no soy hindú que sólo requiere semillas de girasol para vivir. Además, me gusta que el mundo sea como es: injusto, represor, temeroso y asesino; es decir, humano. Y al decir Humano, también digo ingenioso, loco, asombroso constructor de fantasías, insaciable soñador de belleza, accidente premeditado para que el universo pueda ser un vecindario ancestral. Y también digo: apocado, ignorante, vanidoso, hablador, traicionero, solitario, eyaculador precoz".




Permítaseme ahora decir en voz alta unas palabras donde sólo caben dos personas, él y yo, en un sueño imaginario:

Yo mucho tiempo creí que las circunstancias que se presentaron aquel último día fueron las que definieron tu destino y el mío. Pero el tiempo cede y me parece comprender mejor que te fuiste sin decirme adiós porque sabías que no lo iba a comprender, que no lo iba a permitir, que abandonaría el autobús y te llevaría a la casa, te ofrecería un té, te pediría que platicáramos todo lo que no platicamos, todo lo que no sabía de ti. Te volvería a pedir que me perdones por tanto perdón que te digo -y me pondría a llorar contigo-. Sí, quizás ahora comienzo a comprender que tampoco me dijiste nada porque no pensabas cambiar de opinión, porque ya era una decisión que venía de tiempo atrás, porque tú sabías muy bien las razones verdaderas para no alargar más tu existencia. Tú las sabías y no ibas a esperar a que nadie las comprendiera. Qué ganas de estar escuchando clases de superación personal, de religión, de Dios, de no lo hagas o de Provida A.C.: mira que la vida es bien bonita. Qué ganas de que te repitan lo que tú ya habías valorado. Es sólo que nadie podía estar en tu lugar, nadie podría ser neutro y escucharte, respetando tu decisión, cuando se tiene la posibilidad aunque sea remota de convencerte de que no lo hagas. Repito, tú te conocías demasiado bien y fue una decisión tuya, la de que nadie se metiera en tu asunto. Porque simplemente nadie vivía en tus condiciones, con tu sensibilidad, ni con tu historia de vida.

Me queda muy claro que yo no supe muchas cosas de ti a pesar de este esfuerzo de grado máximo por ser objetiva, y que lo más seguro, es que al imaginar -como consecuencia de mi ignorancia- esté convirtiendo en mentira algo que en verdad tú no viviste ni sentiste ni pensaste, lo que significa que puedo estar equivocada en cada palabra y en cada idea que construyo en mi cabeza, pero también he pasado un año resignificando tu ausencia, dando lectura otra vez a tu voluntad, sometiéndome al dolor de forma voluntaria, pero sobretodo involuntaria, inesperadamente, procurando escuchar con más atención tus palabras frente a la pared.

Tantas veces caminando las mismas calles sin que nunca me pareciera bastante, para que ahora con profundo amor, te tenga que decir adiós. Con todo lo que tengo en este corazón cariñoso de sobra contigo, por todo lo que me diste y dejaste para bien en mí y en tu hija, te digo sinceramente que no cuestionaré nunca más tu decisión, así también yo estoy en paz. Para mí nunca habrá respuestas porque nunca supe lo que verdaderamente vivía tu cuerpo y tu alma, y como no puedo saber nada, con esa ignorancia total que reconozco, no puedo decirte otra cosa más importante que ésta: Y se la diré a nuestra hija: Aprendamos a respetar tu decisión y luchemos por ser felices.





*Discurso en el Homenaje Luctuoso al Mundialmente Desconocido Escritor Fernando Paredes el 12 de abril de 2013 en el Teatro de la Lotería Nacional.








Ya nadie me llamará Cactus                                           
Por Rocío Navarro.                                                                                                                                     
Desde Argentina                                                                                                                                          
Recibido el 24 de Enero de 2013                                                                                                                   


Bicirretrato. – Fotografía del archivo de la familia Diel – Vargas.



Capítulo 19 de la novela Amberes, de Roberto Bolaño, manuscrito en una ficha bibliográfica.
Mis pies en la huerta, el día que me enteré de la muerte de Fernando. – Fotografía estenopeica, abril de 2012.



Así, sin título

Por Edna Rodríguez Salas.
Aguascalientes, Ags.
2012-08-31




No tengo tu voz ni tu dolor ni nada, tengo el vacío de llegar a la casa y no verte, de toparme con las mismas preguntas, inútiles y obsesivas, que exigen un desglose una anticipación del misterio, no sé nada, no atino a imaginarte tan decidido, quiero, te quiero a ti de vuelta y que la pesadilla se acabe -vamos, despierta- Quiero besar tu cuerpo y que me escuches, que me enredes a la cuerda de tu dolor, que me perdones mi obeso llanto, y que cantes. No tengo entusiasmo para supeditarme a la realidad, para acomodarme a los consejos perdidos de la razón a los que a veces prefiero por fuerza para estar lejos de mí (Se pudre el deseo, el más absurdo de ellos, cuando no se escucha en el altavoz de mi voz interna). Todos mis miedos están agotados, he perdido el sensor de alarma, podría vender mi ideología a cambio de tu existencia, porque esto es mucho peor. Caen rebanadas de esperanza de un fruto podrido e involucionan alegrías en el rostro pequeñito de tu ser femenino. Lo recojo todo, cualquier fragmento de ti remienda la cajita rota y azul, cualquier signo, discurso o sintaxis se pone a conversar conmigo, y entonces la imaginación hace trucos de magia, me busco en los libros sobre significado de los sueños y me instruyo telepáticamente. Hago por sentirme bien y ser feliz, aunque sea pronto. Me desvelo con la cuchara cafetera de una dosis brava por la que merecería que me felicitaras: porque aquí estoy descalza. Es que no sabes, libro batallas internas a cada instante sin anestesia y compro semillas de girasol en el comal de tu jardín (Ya ni siquiera he vuelto al árbol lleno de ardillas). Digo que secuestraron a un psicoanalista y que éste acabó secuestrando al otro yo. Por cierto, preguntan que dónde quedó tu despacho y yo les contesto que en Madero, casi esquina con 5 de mayo, referencia: un moño negro y un montón de libros sin usarse. Por eso tal vez tengas razón, o mucha razón: no hay esperanza.






Fernando Paredes
Por Tania Villanueva-Trejo
Desde Chiapas, México.
2012-08-01




I


Aún recuerdo lo que decía el mensaje que me envió mi mejor amigo, Pedro, aquella noche de 14 de febrero: Pinche Pacha, apúrate, te voy a mandar un taxi; tienes que venir, el Paredes está bien rostro.


(Mucho tiempo conservé ese mensaje en mi celular porque siempre pensé que algún día, en alguna borrachera yo podría gritarle sin pudor y sin empacho a Pedro en alguna cantina muy nice: Pinche puto, tu mensaje lo dice clarito, Pu-to.)


El chiste fue que, en efecto, llegó un taxi por mí al Salón de belleza donde trabajaba en Coyoacán, pero el cretino no sabía dónde carajos quedaba ese templo masónico en el que nos habían citado, así que me bajé súper indignada, con mi bolsa de mandado verde, que en esa época usaba para ir a todos lados y que le había arrebatado a un viejito en Tlayacapan ( lo recuerdo porque después de hacer eso me caí por un cerro, junto a una vaca y luego mis amigos corrieron y me levantaron y para que no hiciera berrinche me compraron unas burbujas de colores que me la pasé haciendo hasta en el tránsito pesadísimo de la carretera de regreso a la Ciudad de México. Pero eso no importa mucho, ¿o sí? No lo sé, quizá pueda pasar esto como una digresión un tanto explicativa, tal vez. Entonces me bajé del taxi y esperé otro que por cierto tampoco tenía idea de dónde carajos era ese maldito lugar. Y así sucesivamente durante como una hora.


Hasta que llegué, como siempre, tarde, pero llegué. Recuerdo que había mucha gente rara y entonces salió Pedro, medio ebrio y después vi a Ferenk, así que me quedé allí parada mientras Pedro buscaba a alguien entre la muchedumbre. No mames, pinche Pacha pensé que nunca ibas a llegar, te la mamaste. No, idiota, ese taxi que me mandaste no era taxista, era traficante de niños o algo así porque nunca supo cómo llegar y mejor me bajé. Ferenk fue a pedirme algo de tomar, no recuerdo qué era, pero sé que no me gustó porque lo dejé abandonado por allí sin darle ni un trago cuando Pedro me dijo, Mira, él es Paredes y me cuasi empujó a verlo.


Él estaba sentado con una mujer súper guapa estilo Penélope Cruz en video de Mecano y me di cuenta de que el Pedro sí era medio puto porque Paredes sí estaba rostro. Yo no sabía qué chingados decir, es que, o sea, entienden que estar frente a alguien a quien has leído por internet, de quién has hablado infinidad de veces con tus cuates en la peda, en la cruda y en la comida de carnitas frías no es algo sencillo. Él estaba sentado en medio de una como ruedita medio cursi que se había hecho de quienes entendí, eran sus amigos más cercanos así que nosotros, como siempre, nos colamos. Entonces Paredes me dijo que era su encueratriz favorita y me dio mucha risa, de esa risa nerviosa que me daba la mirada morbosa de todos cuando me decían eso personas desconocidas. Nos quedamos platicando un rato y entonces un hombre ebrio llegó y me besó, mis amigos quisieron apañarlo pero se dieron cuenta de que estaba borracho así que no le dieron importancia. Ese hombre me dijo que yo no sabía quién era él pero que él sí sabía quién era yo, que le gustaban mis calzones rojos y me empezó a preguntar cosas, acerca de música y cosas similares, de surf y máscaras de luchador hasta que le di un papelito con el nombre de un disco del Señor Bikini y se fue.


Salimos todos a fumar a la calle, estábamos bien hasta que la policía llegó por nosotros, yo tenía un vaso con refresco en la mano y todos los policías caguenques dijeron que estaba bebiendo en la vía pública. Pues sí, estoy bebiendo pero refresco, tarados, mis amigos que se caían de borrachos, incluyendo a Fernando, ni la atención le llamaron a los policías, maldita suerte. En fin, después de un rato se largaron y nos dejaron seguir allí, recuerdo que tomé muchas fotos, el lugar me pareció horriblemente céntrico y esas cosas me perturban, por eso me puse a hacer registros fotográficos. Entonces Pedro se acercó a mí y me dio un libro, Pacha, te compré el chingado libro para que Paredes te lo firme, entonces él sacó su pluma y lo firmó. Abrí la tapa y me dio más risa lo que había puesto en mi autógrafo: Para mi sex symbol favorito: Pacha Rex. Besos con babas.


Ese libro se arruinó completamente y ya arruinado, se lo regalé a uno de los mejores escritores del Norte del país un día que hacía mucho calor. Lo chistoso fue que cuando abrió la tapa, se atacó de risa y me dijo, se ve que tus amigos te quieren.


II


Hablé por teléfono con Fernando Paredes por única vez ese día que Carlos (el hombre borracho que me besó aquel 14 de febrero) fue a Aguascalientes, no recuerdo de qué hablamos Paredes y yo pero recuerdo su risa, diciéndome que estaba emborrachando a Carlos y que estaba a punto de hacerlo dormir con 2 mujeres muy feas. En fin, no fui muy feliz, debo admitirlo.


III


La última vez que vi a Fernando fue cuando fuimos de colados a ver a Greta que nacía ese día. No recuerdo ni por qué fuimos a Puebla Carlos y yo pero recuerdo la mini tina que había en el hotel donde nos quedamos y que no había ningún cajero en Puebla. Fuimos con Fernando a tomar café, creo que llegamos nosotros antes que él al nacimiento de su hija y eso se me hizo muy de cretinos pero así fue, pero mientras yo tomaba un té chai y ellos 2 bebieron café, discutimos acerca de Muse (que a Carlos no le gustaba en ese entonces y a Fernando sí y además sabía nombres de sus discos y cosas así) y Paredes citó una canción de Los Tres, del Hágalo Usted Mismo que desde entonces siempre me hace pensar en él (de hecho todo ese disco). Recuerdo que en la discusión surgió el dilema de por qué chingados los escritores actuales no saben qué es una perífrasis verbal y él dijo con naturalidad: Yo no sé qué es eso. Mi corazón se rompió en miles de pedazos y decidí que no sería mi ídolo literario más. Se lo dije después a Pedro y a él le dio risa, me dijo que estaba loca y que lo menso se le quitaba con que estaba bien rostro.


Mucho tiempo después, cuando las cosas empezaron a descomponerse, él se convirtió en uno de mis mejores confidentes, no sé por qué pero tenía la facultad de adivinar estados de ánimo, signos zodiacales y leer el manto estelar porque siempre que necesité a alguien él estuvo allí y eso es lo único que me dolió de su partida. Por lo demás, estoy cierta que hizo lo mejor, que hizo algo por otros que los otros no habrían hecho por su propia cuenta.


Aún recuerdo las últimas cosas que me dijo y la frase que llevo pegada a mi lámpara de leer: Hay muchas personas que la quieren a usted, señorita, pero usted no se deja querer. Hasta hoy no logro explorarla por completo y estoy convencida de que en muchas de sus palabras había cosas encriptadas pero creo que él y sólo él es quien tuvo esa verdad egoísta, me encanta que escogió la fecha en que quería morir y como siempre lo dijo, hasta el último momento hizo lo que quiso.

Sí, Chiapas es bonito. San Cristóbal es un nido de extranjeros, Comitán apesta, Centroamérica, no, no he ido para allá, supongo que debe ser como un lugar así lleno de tierra donde ni las calles de las ciudades tienen nombres y donde a todos les gustan los frijoles. Además sé que no te gustaría coexistir con los tselsales, eras muy rostro, Aristidemo. Es la respuesta a tu última pregunta. Un beso con babas donde quiera que estés.



Compraría los Hijos que no Pudiera Darte.
Por: Granada.
Desde Costa Rica
2007-06-19 
Dedicado a Aristidemo.



Hijo de puta, esas palabras no van juntas, pero vos no lo sabés, y vos no sabés cuál es la pregunta adecuada para el sexo seguro, pero yo te la enseñaré: "¿a qué hora llega tu marido?" y verás, los lobos jamás fuimos amigos de las ovejas, y las ovejas jamás fueron amigas de los lobos. Y verás, el romanticismo no es otra cosa que escribirla, escribirse, escribirnos, no es otra cosa que cazar jabalíes, que cazar esperanzas donde no hay más que una linda amistad de esas que enfrían cualquier ropa interior. Yo entiendo de fracasados como yo, y yo entiendo de perdedores como yo, de esos que jamás supimos decir lo que queríamos y siempre preferimos guardar silencio, de esos que no teníamos en los bolsillos mas que hoyos y dejábamos flotar el anzuelo vacío por no poder comprar carnada, por no poder comprar carisma y por no poder comprar valentía. Escribimos en silencio, y al morirnos nos podrimos también en silencio. Es que el mundo esta cansado de quejidos, y el mundo esta cansado de perdedores y yo estoy cansado de ser siempre demasiado tímido. Preguntas: "¿de qué color es la ropa interior que no andas trayendo el día de hoy?" Preguntas: "¿tu ropa interior tiene el mismo olor que la ropa que traías ayer?" Preguntas por qué tienes que sentarte aquí con un bozal cuando la cena esta servida, humenate y jugosa, y paseándose frente a tí mientras te sirve frugaces bocadillos que no calman el hambre, envuelta en un jean y un escote que haría suspirar al mismísimo Dios y es que él de seguro se maravilla con su obra, al verla así. Me arranco los dedos a mordiscos para no escribir más cartas románticas, y tiernamente le guardo el medio de la mano derecha bajo la almohada para que me recuerde en sus noches de soledad. Yo no sé del mundo y yo no sé del amor, en silencio moría de ganas por mentirle las promesas más dulces y luego llevarla a la cama en la que moriría de anciano después de una vida completa a su lado.









Todos los sueños del mundo

Por: Rogelio Villarreal
Desde Guadalajara.
Publicado en http://www.msemanal.com/node/5686
2012-05-19



No es suficiente el trato o el intercambio por el correo electrónico o alguna de las redes virtuales, no: a los amigos hay que verlos, abrazarlos, escucharlos de viva voz, estudiar sus gestos y festejarlos, aquilatar las razones por las cuales se les quiere y admira: por su ingenio, su inteligencia, su generosidad —y muchas veces por éstos y otros motivos, como la elegancia, la sabiduría y la cordialidad. Pero ¿qué hacer cuando los amigos están lejos, aun a unas pocas horas de distancia? ¿Qué hacer ante una noticia impertinente y cruel que irrumpe en la pantalla para gritar que ese amigo al que no se veía hace meses decidió quitarse la vida?

¿Por qué hizo eso Fernando Paredes Milonás? Muy posiblemente nunca lo sabré. Y aunque supiera las razones nunca las entendería. No podría comprender qué lo orilló a patear este mundo y dejar a su suerte a una mujer amorosa y una hermosa chiquilla. Leo sus cuentos y crónicas en busca de una pista, un indicio. ¿Cuál de sus demonios lo arrastró al infierno?

Miro las fotografías reunidas por su esposa en el blog donde ella, paciente y ordenadamente, volcó toda su obra y sólo veo un tipo afable, bien parecido, entregado a su escritura y a sus labores en el Centro de Investigaciones y Estudios Literarios de Aguascalientes. El año pasado, en Zacatecas, nos conocimos después de haber intercambiado mails y unos textos durante unos años. Allá me contó de la biografía que preparaba del poeta aguascalentense Víctor Sandoval, y de más proyectos literarios (“Los escritores siempre estamos trabajando en un proyecto. Es decir, proyectándolo”, dijo en una entrevista). Con 34 años, parecía destinado a tener un sitial decoroso en las letras mexicanas pues su obra, original, rara, punzante, se acrecentaba día con día. Releo sus relatos mordaces y descubro que apenas conocía una parte de su obra, pero encuentro también, con triste satisfacción, que Fernando era como yo lo intuía: un retrato armado a partir de una breve caminata por una callejuela zacatecana y un par de horas conviviendo con poetas y escritores de Tlaxcala, de San Luis Potosí, de Guadalajara, y de las imágenes que me sugieren la lectura de sus textos sorpresivamente procaces, sinceros, no pocas veces dolorosos y cargados de humor amargo. En una entrevista que le hizo su amiga Julieta Barros sobre literatura y arte contemporáneo, Fernando Paredes respondió con dardos certeros:

—¿Qué papel ocupa el espectador en el arte actualmente?
—El del ignorante.
—¿Qué temáticas manejas en tu obra?
—Econometría, urbanismo, papiroflexia, repostería zen, aromaterapia, alpinismo, Office 2003, jurisprudencia, contextos sociopolíticos, música de los ochenta y un poquito de veterinaria.

Al final Fernando, al referirse a los escritores y artistas jóvenes de su estado, expresa desconcierto: “Ahora, con el internet, yo no sé por qué siguen esperando un salón o una beca. A la red puedes subir todo: pintura, música, fotografía, diseño, video, literatura. Lo que quieras. Puedes hacer llegar tu obra a ojos de gente en todo el mundo y conectarte con editoriales, museos, productores, coleccionistas, escuelas... No salen por apáticos”.

En el blog aristidemo.blogspot.com su esposa incluyó un enlace al poema “Tabaquería”, de Pessoa, cuyas primeras líneas dicen así: “No soy nada./ Nunca seré nada./ No puedo querer ser nada./ Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo”. Creo que Fernando podría haber firmado esas líneas.









Paredes 

Por: St. Clipper

Desde el Estado de México.
Lo escribió un 11 de abril de 2012.
Recibido 2012-05-19

Yo soy aquél,
Dice la canción
Que no recuerdo
Qué dice después.

-Fernando Paredes

Cada relación que uno tiene, con cada persona es una burbuja, un mundo irrepetible.
No somos conscientes de cómo puede una persona tocarnos el corazón, el alma o las pelotas. A la vez, cada persona en sí misma es una sola burbuja, donde lo importante para uno se vuelve corriente para el otro, donde cada quién su percepción y su peli mental.

Este mundito es chistoso, porque podría ser un vicio, una afición, o una simple forma de hacer menos ruda la soledad, de pasar el rato. Pero esos apodos, esas letras, esas situaciones, esas intenciones, personas...al final se vuelven una parte importante de tu vida, en grados distintos, a veces hasta ínfimos, pero que le dan color a la burbuja. Como un vecino incómodo, como el hermano que siempre te jode, como el cábula que siempre te contradice por deporte o el gandul que te amarra a las vías del tren para que tu valiente galán salga en tu defensa.

La vida nos funciona distinto a todos, cada quién verá bajo su burbuja cómo y dónde le toca la ausencia de una de esas personas.

Música, bromas y muchos desencuentros, ego, cábula y acertada patanería, un té de limón, Alice in Chains, "pelafustán" y "bujarrón", pinche pitufo filósofo...me hiciste reir, también me hiciste sentir mal.

Si en algo has tenido razon es en haber dicho que si algo no era divertido, no valía la pena y me quedo con eso sobre todas las cosas.

No fue coincidencia recordar en este dia el te de limón, a Eduardo el Filoso y los Magnéticos Ceros que me compartiste en una de esas poquísimas veces donde conversamos y al creerme boba o adolescente bajaste la guardia y ya no te ponías la máscara de sabihondo ni los zapatos pisa-egos, tu retrato y tu regaño por no hacerlo ario y de barba roja, como Tú...

Veinticuatro te dijeron.

Y todos sabemos que eres más que eso (uno aunque muera no deja de ser lo que siempre ha sido) porque el talento lo tenías, los afectos los tuviste, pero
quizas ya nada te era divertido sino preocupante, y pasa, a veces la vida pesa y mucho.

Siempre pense que lo tenías todo, pero lo que yo piense o los demás sepan vale madres...vale pito el huecote que dejas, el dolor, el llanto y las preguntas sin rspuesta en las mentes de quienes se cruzaron en tu vida lo suficiente para que notaran tu (no) existencia, en tus amigos, tu familia... Pudieron reptirtelo mil veces, pero al final vale madres, porque sólo tu sabías lo que te sucedía y lo que sentías.

Yo intuyo con todo esto, en mi burbuja, una señal, un aviso, un letrero precautorio de colores fluorescentes, porque al final no es un drama (para uno), sino un camino viable y racionalizado...no atino a pensar claramente en estos momentos, pero te entiendo sobremanera, a pesar del dolor y el malviaje de la situación.

Sé que muchas personas podrán tomar mi dolor (o como se llame) como algo superfluo, burdo o insensible por x o y cuestiones o juicios al pedo, pero no me interesa lo que piensen, ya dije lo de las burbujas, yo tengo mi versión y cada quién tendrá la suya.

Descansa y Gracias.











Las tres ocasiones que vi a Fernando

Por: Carlos W. Trejo.
Desde el Distrito Federal, México.
2012-05-2





“Nada por aquí, nada por acá”



Ahora presenciarás un acto de magia.
            Fernando y yo sólo nos vimos personalmente en tres ocasiones, en tres ciudades diferentes, aunque intercambiamos cartas y nos leímos en internet durante mucho tiempo. Esas tres veces nos sentamos a la mesa detrás de un vaso con cerveza o whisky o café. Siempre platicamos de lo mismo, de lo único que nos importaba; escribir jodidamente bien.
            La primera vez que nos vimos fue para la presentación de Al Diablo Adentro. Me senté a esperarlo en el lobby del Hotel Lisboa sin saber siquiera cuál era su apariencia (ya sabes, un poco en ese ambiente de textos de Pessoa que tanto le gustaban). Ambos estábamos en igualdad de condiciones; él tampoco me había visto nunca. Fernando nunca fue una persona a la cual le gustara compartir fotografías de si mismo. Salió del elevador vestido con su pantalón blanco de lino y camisa manga larga. Mientras caminaba hacia mí dijo mi nombre en tono de pregunta. Era más alto de lo que lo imaginaba. Me estrechó la mano entre sus dedos gigantes, sonriendo como él siempre lo hacía. Me dijo que fuéramos al bar y ahí comenzamos a beber. Entre cerveza y cerveza le pregunté acerca de su discurso “¿Qué vas a decir?” “Ya veré qué se me ocurre” dijo. Saqué de mi pantalón unas hojas dobladas y le di el mío. “Me hubiera extrañado que no escribieras algo” dijo. Leyó mi texto con una sonrisa en los labios y le dije que me había costado varios borradores dejarlo así. “No me quieras ver la cara” dijo. “Seguro que escribiste esto en cinco minutos”. “¿Te gustó, entonces?” “Me gustó”. Esa noche me regaló su libro “Matamoscas”, en la dedicatoria escribió; “Para mi escritor favorito”. Creo que sigo sin merecer esas líneas. Cuando llegamos a la presentación ambos íbamos ya con varias cervezas encima. Luego pasó un año antes de que nos volviéramos a encontrar.
            Sonríes, Fer. Sé que soy vanidoso. No me culpes, tú también lo eras. Mejor sigue tomando tu cerveza y deja que siga con este truco.
            La siguiente ocasión nos vimos en Aguascalientes. Por razones de trabajo tuve que viajar a su ciudad y una vez ahí le marqué al teléfono. Voy por ti. Sólo dime dónde estás”. Él nunca se esperó que le llamara, menos estando tan cerca. Imaginé su rostro cuando le dije que fuéramos a tomar unas cervezas. Fernando, al igual que yo, no sabía manejar. En eso nos parecíamos. Igual ninguno de los dos utilizaba reloj y solíamos escribir a mano. Después de un rato me marcó al teléfono y dijo “Estoy en donde se supone que estás y no te veo”. “Pues yo estoy aquí y tampoco te veo... es más, no hay nadie” le contesté. “¿Cómo que no hay nadie? Yo veo un chingo de gente” Pronto nos dimos cuenta que se había equivocado de lugar y corrigió el error. Llegó en un destartalado vochito conducido por un tipo de cabellos chinos y rostro cansado. Uno de sus mejores amigos, me dijo. Nos dimos un abrazo como si no hubiéramos dejado de vernos durante tanto tiempo, un abrazo de almas que saben que no necesitan estar juntas para sentir que se acompañan por la vida. Fuimos a su casa e improvisamos una reunión con whisky. También nos parecíamos en que a los dos nos gusta el Johnny Walker rojo. Esa botella la bebimos sólo nosotros, los demás no sé qué bebieron. También recuerdo que cuando quiso poner música le pedí un grupo en específico y me llamó maricón por tener esos gustos musicales, pero dio la “casualidad” que en su ipod tenía la discografía completa.
            ¿Qué grupo? Beirut.
            Esa noche me regaló un libro. Aún lo conservo. Aún lo leo de vez en cuando. Aún pienso que en el fondo él era como ese payaso del libro de Boll. Tal vez no estuve tan equivocado. Luego subimos a la azotea a mirar la cúpula de la iglesia de la vuelta de su casa y a que se fumara un cigarro. Me dijo varias cosas que hoy no tiene caso mencionar.
            No recuerdo si nos terminamos la botella de whisky. Seguramente sí. Al final fuimos a una taquería, cenamos no sé qué y no permitió que pagara la cuenta. Yo no discutí. Me sentía demasiado mareado.
            Jamás vi ninguna otra cosa de Aguascalientes. Para mí, Aguascalientes es y seguirá siendo el interior de la casa de Fernando, su alfombra café, sus sillones, sus libros apilados y la luz ámbar que alumbraba su cocina.
            La última vez que nos vimos fue en Puebla. Fui para el nacimiento de Greta. Nos encontramos en el hospital unas horas después del parto. Fernando casi acababa de bajar del camión luego de un viaje de muchas horas. Me dio la impresión de que quien había parido era él y no Edna. Lo invité a tomar un café y platicar de lo único que dos fanáticos de la escritura pueden hacer; de cómo se debe escribir. La gente normal habla de películas y de música y de leer libros... nosotros hablábamos de escribirlos.
            Él era un escritor lírico. Yo soy más académico. Siempre me criticó eso.
            Yo escribo con seriedad. Él lo hacía de forma más despreocupada.
            Mientras tomábamos café le dije que para mí escribir es como hacer un acto de magia. “Hacemos lo mismo que hacen los magos” le dije. “Engañamos a la gente para asombrarla”.
Él no estuvo de acuerdo.
            Le puse un ejemplo. (Sé que ahora mismo me está odiando por esto pero no me importa, tampoco me tiene tan contento). El ejemplo es el siguiente.
            Mientras lees esto has escuchado mi voz en tu cabeza ¿No? y tal vez ya notaste que todo el tiempo estuvimos en la misma mesa junto a Fernando.
            Míralo. Ahora mismo nos está sonriendo el muy cabrón.
            Ya lo viste. A lo mejor sólo un instante, pero lo hiciste. Igual y pudiste escuchar su risa.
            Magia.
            Y es en este momento que Fernando se pondría a discutir conmigo, a hacer inversiones sintácticas, a jugar con los tiempos, a disparar su diccionario, a darle nuevos significados a los olores.

Me está diciendo
que todo se repite
una y otra vez
una y otra vez
una, dos, tres.

Y tú sonríes viendo a dos magos llenar con su aroma a voz toda la página. Te das cuenta que de verdad estás con nosotros en la misma mesa de metal que compartimos Fernando y yo aquella tarde lluviosa en Puebla, tomando café, cuando Greta apenas tenía unas horas de nacida.
Y ves que le digo que me gusta mucho cómo escribe y él me llama puto.
Y yo sonrío porque Fernando ha sido la única persona a la que le toleraba corregirme los textos y hacerlos pedazos. Porque nadie a mi alrededor era como él. Nadie sabía tanto ni tenía su sensibilidad.
Nadie.
Al menos se lo dije mientras estuvo vivo. Se lo dije varias veces y él varias veces me insultó. Era así. Quienes lo conocieron lo saben. Platicar con él era tener la conciencia de que estabas frente a un gigante de las letras, que estabas frente a una fuerza abrumadora; que estabas frente a un verdadero escritor.
Y aunque le moleste, aún seguirá haciendo su magia cada que volvamos a leer sus textos. Aún seguirá dándonos lecciones de cómo se debe escribir.
            Al final el café lo pagó él. Yo le prometí regresar a Aguascalientes e invitarle la borrachera. Pero ahora eso nunca sucederá.
            No soy de las personas que imaginan cómo se sienten los demás. Lo que sí te puedo decir es que me siento triste y que lo voy a extrañar el resto de mi vida.

Entonces soy todos los defectos
de la Historia
la garantía vencida
el mes pasado
el agujero a donde se te fue
la risa
el cumpleaños en que nadie
tocó a tu puerta
la sensación de no estar haciendo
algo bueno
con la vida.










Personaje. Y fin.

Barrunta (Ale)
Desde Granada, España.
2012-04-30





Escribo para dejar que el luto respire dentro, en el interior de las paredes. Aquí. Donde el calor.

Escribo.

Escribo sobre alguien a quien vi en una fotografía. Alguien que vestía de negro y sonreía. Bien peinado, atractivo. Alguien a quien me presentaron después de marcharse.

Escribo porque me duele el espinazo como si me hubieran estado dando por culo toda la tarde, y sólo vengo de trabajar. Y me siento en el sofá de casa, y una vez más (cuántas en estas últimas semanas)
hice el ridículo ejercicio de recordar
a alguien a quien no conocí.

Escribo para decirte adiós,
si es que eso es posible.





Personaje. Y fin.


Me haces llevar los vestidos de miseria de una bailarina entre cerdos colorados, que hacen ruido al respirar.

Me haces enamorarme de hombres que dividen el mundo entre perdedores y.

Supervivientes.

Entender a los tiburones que caminan por el centro de la ciudad a las diez de la mañana.

Me haces comer calcetines sudados y pensar que puedo disfrutar con ello.

Mentir a mi mujer, decirle que no hay peligro. Me haces decirle que el mundo es canalla
pero se salva el cínico.

Se salva.
Flota.
Se hunde todo, menos el chico
de los renglones-materia como peldaños de acera.
El que hizo distancia con el mundo.
El que se sanó de vicio.
El que.
Sarcasmo, la carcajada
de tu calavera.

Se hunde
también
el cuerpo del hombre.

Pasará el tiempo.
Las marcas en el tronco de los árboles.
La papelera con los borradores.

Incluso los tiburones, los escalones-materia de los renglones. El cuerpo de los hombres.

Pasará lo que le caga mi mirada al leerte. Pasará hasta la mala cara de
los tipos sin suerte
pero con horario, hipoteca o fraude en la frente.

Así. Sin más.
Desierto a la espalda.
Sólo quedará el negocio raro
del que vivió
y contagió vida
a gente
que sólo pasaba.










Summertime

Iolante Restamire
Desde Madrid, España.
2012-04-17


Esa peli la deberías haber visto, pero como ya dijiste en el foro de cine, habías aprendido a no ver ninguna de las películas que yo recomendaba. Chico & Rita de tu tocayo el Fernando Trueba. Sé que te habría gustado, con esos negros haciendo música de la buena, de ese jazz latino en antros de New York. Homenaje a Bebo Valdés a mi entender, criticada por la simpleza de sus dibujos pero admirada por la banda sonora. Aunque entre tú y yo, te recordaré cada vez que escuché Summertime con la Ella Fitzgerald, eso es una voz de negra, es en definitiva la voz de la fémina.

No sólo por eso me acordaré de ti, lo sabes. Cada vez que alguien hable de los hermanos Coen sólo podré imaginar a John Turturro y no como a mí me gustaba en su papel de bobo en Oh Brother, sino como Barton Fink, esa caricatura de Faulkner. Incluso ver al Turturro con sus lentes , me hará recordarte a ti con las tuyas de escribiente y la magia en tu sonrisa.

Y por fin acabaré El Quijote. Lo haré porque en parte debo hacerlo y quiero reírme con las frases que te hicieron sonreír. Recuerdo cuando me recomendabas tomar el libro de la estantería en cualquier momento y abrirlo por cualquier página y reírme con Cervantes porque es, y será, de lo mejor de la literatura. Y en eso me centro, en lo divertido lo divertido lo divertido. Un genio del humor en la literatura es Eduardo Mendoza al que creo que insultaste como viejo demente por sus comentarios sobre Kafka, pero bueno, era una broma del viejo que creo no se entendió. Y dile si puedes a Kafka por qué no quería publicar, ya que estás.

Siempre me pregunté qué no habrías leído tú, algo que ya no podré saber nunca más. Incluso hablando de Carlos Castaneda habías consumido esos desiertos de Sonora con Don Juan, porque de Juan Rulfo es obvio que ni hablamos, es Juan Rulfo. Y el tequila que ya es de los que la pusieron de moda, la apartamos, porque la absenta da pereza que lleva mucho ritual. Mejor brindamos con varios tragos de mezcal. No es que sepa apreciar el agave, sino es en sirope, pero por ti, recordándote lo haré. No sé si preguntar a Claudia si entendió la diferencia entre puto y marica leyendo Los detectives Salvajes de Bolaño y perdóname si no supe entender al Roberto. Acabaré el 2666, te lo prometo.

Y te agradezco si no lo hice lo suficiente en su día que me dieras la genial idea de los grabados de Lorca para aquel homenaje al poeta. ¿De quién no sabías tú?, hoyuelos, ¿de quién? Y ahora ahondaré entre textos de Pitol y otros poemas de desnalgados y cuentistas como decía Gallardo Topete que me diste a conocer, en mi tierra se lo escuché a Josep Vicent Marqués que decía que se escribe con el culo. Gracias por tu verbigracia.

La china no va a saber olvidarte, porque no va a querer hacerlo. Un abrazo.










Odioso

Por: Maura Iorio
Chile
2012-04-16



Ahora entiendo
Porqué te odiaban mis hombres

Yo te daba esa parte que ellos no se han ganado:
Las carcajadas estruendosas,
La licencia de la escatología,
La crueldad del humor negro,
La ternura vestida de bestia.

Ahora soy más como ellos

Y también algo me falta:

La indecencia de tus poemas,
La brutalidad hermosa de tus cuentos,
La acidez perversa de tu talento,
Tu inteligencia cabrona y maldita.
Y tu palabra, Fernando…

A todos nos hará falta tu palabra.









A pocos días de tu partida...

Por: Liliana O.
Desde tu tierra, Aguascalientes.
2012-04-29




Te conocí desde que éramos niños, cuando todo parecía ser más fácil, cuando la vida estaba de nuestro lado y no teníamos que preocuparnos de casi nada que fuera importante… Tengo tantos de recuerdos de mi infancia contigo, en tu casa, por que ahí me la pasaba, primero por que tu mamá fue quien nos preparó para hacer nuestra primera comunión, después por que Kali tu hermana nos daba clases de cocina y después por que en nuestros días de bicicleta siempre hacíamos una parada ahí, para lo que fuera, comer algo, tomar agua… Siempre fuiste diferente a mí, no tenías miedo de nada, de experimentar, de investigar, de vivir. Te burlabas de mí constantemente por mi “frigidez” ante las experiencias nuevas, todo me daba miedo, ¿te acuerdas?, y aún así, mi primer cigarro y el primer sorbo de vino fueron a tu lado… Recuerdo tanto tu risa y tu sonrisa, esa sonrisa en donde tus ojos se cerraban casi por completo, la risa burlona, la risa malvada, la risa cómplice, la risa tan tuya… Debo admitir que fuiste tú, quien despertó mi espíritu de aventura, y aún con esa “frigidez” tan mía, lo hice, y me atreví a hacer cosas, pero nunca funcionó, ¿recuerdas?, siempre volvía al mismo lugar, volvía a ser la misma niña miedosa, la misma niña que temía tanto hacer algo de lo cual pudiera arrepentirme, pero me divertí tanto, aprendí tanto y crecí tanto… aún así siempre fuimos amigos y nos quisimos mucho ¿verdad?... Después la vida nos llevó por diferentes caminos y dejamos de frecuentarnos más, de pronto nos veíamos y nos saludábamos con el cariño de siempre, con la nostalgia eterna, con los recuerdos tatuados en nuestras miradas. No fuiste a mi boda, y entendí, porque siempre te burlabas de esas cosas, pero sé que te dio gusto que por fin encontrara a mi príncipe azul, guapo y educado, tal cual lo describías para mi cuando imaginábamos un futuro tan distinto: “Tú naciste para estar en tu casa, cuidar a tus 20 hijos, atender a tu marido y andar impecable de pies a cabeza, ahí es tu lugar, el mío es afuera, en el mundo, sin un lugar fijo, pero de vez en cuando iré a tu casa a comer y beber de un vino caro que tu príncipe azul comprará para él sin saber que me lo chingare todo yo solito”. Me da mucha risa pensar en ese vino caro, por que nuca viniste a chingártelo, y ahora sé que jamás vendrás, así que me lo chingaré todito a tu salud, amigo.
Y la vida nos jugó sus mejores (o peores cartas), yo me casé, no sé si con un príncipe azul pero si con un maravilloso ser humano, tú encontraste tu camino, tu mujer, y luchaste por tu sueño de ser un gran escritor. Mi vida si que dio un vuelco y de pronto me vi envuelta entre hospitales, entre lágrimas y luchas por sacar adelante a mi hijo, así que me aleje del mundo en general, y a ti, dejé de verte por completo por al menos 5 años. Pero te sabía, porque tu familia siempre ha estado de alguna manera dentro de mi vida, así que o tu mamá o tus hermanas me contaban de ti cuando les preguntaba, supe que habías tenido a una niña y me dio tanto gusto y de repente sabía que habías publicado un libro y que seguías escribiendo… pero no te veía.
Hace poco más de un mes te vi por el Parián, con Greta en tus hombros como un gran trofeo, y te grité, nos saludamos con el mismo cariño de siempre y platicamos un buen rato, nos reímos tanto, de cómo habían pasado los años desde aquel entonces en donde planeábamos un futuro e imaginábamos que haríamos de “grandes”… Ahora éramos grandes ya, y no lo digo solo por la edad, que en realidad ni es tanto, éramos grandes… Te burlaste de mi y me dijiste “ Te dije que serías una mamá chingona, que más prueba que ésta de ver a tu chiquillo tan bien a pesar de todo, solo con una mamá como tú que siempre fuiste como una mamá para mi jajaja”, por aquello de que te regañaba cuando andabas haciendo de las tuyas, nos reímos de vernos ahora, tantos años después, con hijos, con una vida, recordamos cuando fuimos niños en bicicleta con las rodillas raspadas, jóvenes sedientos de vida,  “vagos” y te burlaste una vez más, como siempre, de que yo siempre fui una “vaga fresa”… Nos reímos tanto, y al final nos despedimos con un abrazo, un gran abrazo, un abrazo tan fuerte y tan llenos de nostalgia y cariño que me hizo el día, verte se convirtió en lo mejor de mi semana, y me quedé con eso… nunca me imaginé que sería una despedida.
No se por que tomaste esa decisión, me hubiera gustado haberte dicho más cosas, haber convivido más contigo en esa etapa de padre de familia, de pareja, haber compartido contigo más cosas… aunque agradezco a la vida el haberte podido abrazar ese día, y tantos días en el pasado, agradezco a la vida haber vivido a tu lado tantos momentos buenos y malos, haberte aprendido tanto, haberte querido tanto… Y donde quiera que estés se que estarás sonriendo, que ya hiciste nuevos amigos y que estás en paz… Hoy me fumo un cigarro y me tomo una copa de ese vino caro que nunca te chingaste pensando en ti, amigo mío, pero algún día, estoy segura, nos volveremos a ver. Descansa en paz flacucho Cucho…










Fernando en dos lecciones

Por: Tonatiuh Suárez Meaney
Desde el Distrito Federal, México.
2012-04-28





Es difícil de pronto decir qué te ha enseñado X o Y persona. La vida es sólo un intercambio de lecciones. Unos enseñan una cosa y otros otra. Sí hay quien se va sin enseñar o aprender nada. Por eso Fernando era alguien muy querido por mí. El apego a las personas se mide por cuánto te ha enseñado y ni modo, aunque a Fernando le hubiera molestado mucho decir que enseñaba cosas, eso hubiera sido sólo por su falsa modestia y por su continua reprobación a cualquier cosa. Así también, le hubiera molestado seguramente decir que él no enseñó jamás algo. De pronto se va X o Y, y te quedas tartamudeando, “X o Y era muy… muy… pues muy así… muy especial”. Con Fernando no, se bien que me dejó, su herencia testamentaria para mi persona incluye dos cosas, una con su vida y otra con su muerte.

Lección de vida

Con su vida, o mejor dicho, con su amistad en vida me explicó que este mundo no es como el de antes en que la amistad era presencial. Aunque lo conocí en persona, nuestra relación fue básicamente electrónica. Y eso no le quitó ni intensidad ni sinceridad. Quizá hubiera qué temer un poco esta aseveración, pues yo mismo lo leí declarando que la persona Z, se decía su amiga sólo porque había intercambiado una que otra vez uno que otro post. Pero no, estoy cierto de que éramos buenos amigos y que no pensaría eso mismo de mí. Es tal cual ocurre con la amistad presencial, uno tiene conocidos, amigos, amigos íntimos. Hace un siglo también existía ese tipo de amistad, pero se desacreditó con la existencia de tantos medios de comunicación, hasta que llegó el internet que le regresó el poder a la amistad escrita que es muy diferente de la presencial. Siempre deja huella, por eso tiene una característica más comprometedora. El tu dijiste se vuelve implacable. En esas condiciones de documentación histórica, la amistad electrónica se teje en un abrigo muy sólido.
Así fue mi amistad con Fernando. A veces se burlaba de algo que yo había escrito y a veces le gustaba y lo comentaba de igual forma. Pero siempre decía lo que pensaba. Esto le traía enemigos, que en la vida diaria presencial no tenía. Quizá y no les decía lo que pensaba como a sus amigos y enemigos electrónicos. Un día me trajo de encargo y entonces le declaré la guerra. Pronto nos convencimos que estábamos mejor de amigos y regresamos como siempre. Siempre me recomendaba alguna lectura. Parecía una base de datos de lecturas, me favorecía mucho que leyera mis cosas porque siempre tenía algún argumento útil. O un, “esto se parece a esto que está acá”.

Lección de muerte

No cualquier amigo te enseña algo de la muerte. Eso lo hace un tanto especial. Con su muerte me enseñó que la risa a veces oculta el llanto. Y el nihilismo más pavoroso puede significar el apego más grande. Yo confieso que sabía muy poco de sus problemas. Si sabía de algunos, pero muy poco. Soy discreto con los problemas ajenos y no indago mucho al respecto a menos que la otra persona los exponga. Por eso sabía de algunas cuantas cosas negativas en su vida. Quizá porque la diferencia generacional entre los dos era más grande que con otras personas, quizá no inspiré la suficiente confianza, o quién sabe. El hecho es que ni por asomo pude pensar que él tomara la decisión definitiva. Siempre lo vi muy divertido. La lección de muerte que me dió, es que uno debe cuidar a sus amigos mucho, hasta a los que parecen muy divertidos. Uno debería estar pendiente de que se sientan bien y cuando no, aunque uno no tiene el poder para evitar nada, la suma de muchos amigos alertas por uno, podría evitar algo. Con su muerte aprendí que nunca es suficiente la amistad. Siempre falta más.

Aunque no conocí su llanto, ahora sé que tenía uno. Me quedo con sus dos lecciones, me quedo con su risa, pero también con su llanto.











Fernando Paredes, miembro vitalicio del MAS (Me Arden Susojitos)

Por: Mario R.P. (Madrobyo)
Desde Guatemala
 2012-04-27
 


Todos no saben todo.
Vicente Huidobro


A veces las palabras no lo son todo. A veces decir algo de alguien siempre es una media mentira y una media verdad, porque siempre vendrá alguien a desmentir lo que otro diga. Fernando siempre fue eso, una contradicción en sí mismo. Fue (bizarra palabra) alguien que a la mañana estaba exultante porque había leído tal o cual cuento de algún ente virtual, porque había escuchado una canción rara o simplemente le había pasado algo que lo sorprendía, pero que a la tarde podía estar insoportablemente neurótico. –tal vez por aburrimiento, hastío, cansancio qué sé yo.
También era (a veces las conjugaciónes en pretérito son lo más triste del mundo) alguien con quien se podía jugar al humor, jugar a la burla, jugar a la ironía sobre equis o ye muerto de turno. (Estoy seguro que si no fuera él estaríamos burlándonos de quien sea que hubiera hecho lo mismo.) Aunque –los asquerosos aunques- siempre tenía espacios para mostrar rasgos de sensiblería barata, sensiblería cursi y ridiculez emocional, muchas veces rondando el melodrama (que naturalmente le avergonzaba ¿y a quién no?).
Un escritor de oficio, alguien para quien el mundo no era más que una herramienta para crear, para recrear, para inventar. ¿Para que repetir lo obvio? Siempre nos reímos de la obviedad de los escritores, siempre nos burlamos de las etiquetas que se ponían los imbéciles de turno cuando decían escribir. Seguramente la única etiqueta que tanto despreciaba era la que más lo identificaba. Tal vez (es la única forma que encuentro para describir todo lo relacionado a él que no tenga que ver con escritura) era lo que más fue: escritor, poeta (y que se revuelque en su tumba por llamarlo así).
Las palabras simplemente no bastan, simplemente son una mentira que sirve para decir a medias y de manera errónea lo que nos hay en un instante. Por una razón extraña, (sensiblería del momento) he venido pensando en los últimos días en aquel poema de Pessoa en que coincidimos en la concepción de él, por una razón extraña en los últimos días me da miedo leerlo y descubrir mensajes ocultos o nada más volver a entender y volver a decir (¿por qué a quién se lo digo ahora?) que es el poema más triste que jamás se haya hecho jamás. A veces ni siquiera un gesto es suficiente para reinterpretar lo que dejó, para volver a esas líneas y buscar en ellas algo que dé una explicación, pero tendría que remitir a lo mismo de siempre: la literatura es arte y hay que entenderlo como tal, intentarle hallar parecido con la realidad es de viejas llamando a la vecina para contarse la telenovela de la tarde.
Seguramente estaríamos burlándonos de cada palabra que se diga o cada gesto que se haya hecho en tu nombre, en tu homenaje, estaríamos matándonos de la risa de lo
que escribió fulano o zutano. Seguramente si Fernando estuviera leyendo estas palabras se estaría partiendo de risa de mí, sé que se reiría en mi cara y que me diría: “ya bájale” o algo similar.
Las palabras no son lo suficientemente claras para tratar de explicar lo que no tiene explicación, las palabras no son gestos suficientes cuando hay tanto que decir de alguien como él, nunca es suficiente, nada que se diga será suficiente y habrá que volver siempre a ese universo de absurdos que armó. Habrá que seguir tratando de hilvanar frases con palabras inconexas, frases entre frases, juegos de absurdo. No es suficiente esto, sé que no lo es. Pero para qué enredarse entre tanta cosa, para qué tratar de darle forma a algo que simplemente es un gesto, sé que le debo aún una buena cantidad de palabras, pero ya tendré la oportunidad de dárselas y reírme de ellas por los dos.

Guatemala 15 de Fiebrembre de1928, año de la revolución del MAS.








En algún momento hablamos de morirnos.

Por: Colomba Blue.
Desde Puerto Varas, Chile
2012-04-26



En algún momento hablamos de morirnos. Sólo que en nuestras conversaciones era siempre yo la que se moría primero, Drama queen que es una.
No sé Fernando. Esto me pilla de sorpresa. Han pasado algunos días y todavía no me hago a la idea que alguien que estaba tan lejos, me haga tanta falta.
Recuerdo tardes enteras de conversaciones de banales a profundas. Has sido una de las pocas personas en dejarme callada, sin respuesta. Sabías tanto!! De literatura, de cine, de música, de política. No había tema que uno no hablara sin que hicieras tu aporte irónico, ácido y sin embargo asertivo y acertado.
Y no, no te idealizo. No creo que haya alguien que te haya conocido (y te haya querido u odiado) que no opine lo mismo.
Esa capacidad de hacer reír, de hacer pensar, de hacer que uno se cuestionara dogmas e ideales. Esa capacidad de reírte de mi amor por los animales, de mi comunismo, de mi cursilería haciéndome partícipe de la risa. Tal vez por tu inmensa capacidad de reírte de ti mismo.
Nunca conocí a nadie tan talentoso como tú. Para mi fue una honra, un orgullo, haber sido parte de tus afectos. Mis momentos gloriosos como escribidora de poca monta, fueron al darte algunos de mis textos para que leyeras y que te gustaran. Darte un cuento y que me lo devolvieras con pocas correcciones me hacía sentirme casi a tu nivel. Le hablaba de ti a todos. A Kolya le decía que cuando fueras famoso, yo andaría presumiendo el día entero que era tu amiga. Y él no te quería mucho, creo que hasta un poco celoso se ponía por mi admiración. Pero ha estado a mi lado desde que me contaron que te fuiste. Y se lo agradezco.
Tu blog lo comparto con todos los que sé aman la literatura. Le agradezco a Edna que lo haya subido. Todos, alguna vez en la vida, deben leer al menos “Cuando me veas barbón y usando sweater de cachemir”.
Y eso pendejo. Al menos, si allá abajo se pasa bien, se ríe mucho, se habla de poesía y uno se burla de los terremotos y los enfermos… avísame para alcanzarte. No muy pronto, pero algún día.







Nubes Negras.
Por: Daniel Cardona Ochoa
Desde Montreal Quebec, Canadá.
2012-04-21





El día que me enteré me asomé por la ventana de mi habitación. Un piso 12. Desde allí las personas en la calle pueden verse tal como son: minúsculas.

Alguna vez me preguntaste mi opinión acerca del gran Frusciante. Pude haber buscado en Google pero te respondí que no tenía ni puta idea de quién era el fulano. Me dijiste "claro que sí, es el bajista de los Chilli Peppers". Tal vez era el guitarrista o tal vez el baterista. Tal vez no se apellide Frusciante. El hecho es que me hiciste cómplice de una pequeña parte de tu complejo universo.

Miro de nuevo hacia abajo.

Veo a esas almas andando de acá para allá y pienso que la vida es un globo que inflamos sin control, como lo hacen los pequeños en sus fiestas de cumpleaños, soplan y soplan y el globo se hace cada vez más hermoso, pero todo tiene un límite y al final se escucha un BOOM, el globo hecho recuerdos, y el niño llorando, asustado al percatarse de su poder destructivo, del daño que puede hacerle a sus tímpanos.

Miro hacia arriba. Alli sigue esa nube negra. Y te imagino acostado sobre ella, fumándote un cigarro y escribiendo una historia imposible acerca de un globo que no se revienta a pesar de las bocanadas de aire caliente que le inyecta incansablemente un gigante cubierto de granos.

Voy a la cocina. Me sirvo un trago. Me digo que hay múltiples entradas pero una única salida. Es la misma para todos. Unos la toman más rápido, otros se tardan un poco más. Cada quien decide cuándo y cómo, al final vamos a encontrarnos en el mismo lugar y alli vamos a tomarnos esas cervezas que algún día nos prometimos.

Empieza a llover. Las hormigas que caminan 12 pisos más abajo corren en busca de abrigo.

Tú no te mojas, estás encima de la nube.






Imaginando a Fernando
 
Por: Carol Gómez Pelegrín
2012-04-16



a F








Una vez me describiste el paisaje de tu infancia. "Vivíamos en una casa con jardín grande (higuera, rosales, salvia, flores de ornato, una gran enredadera) y una zona arbolada y más bien semivacía cerca de la raquítica corriente de algo que fue río". Te imagino allí, con once años, con pantalones cortos y rodillas amoratadas y tus finos brazos tostados con la piel surcada por picadas de zancudos. El zumbido de los zancudos en las tardes de verano sería algo que echarías de menos al trasladarte a la ciudad. Y en tu imaginación esos bichitos ya se llamarían en realidad viruleanos, y tú te encontrarías volando en un cielo amarillo, viendo brotar de tu cuerpo pequeñas escamas ambarinas. Te imagino echado sobre la tierra, formando parte de ella, porque había algo en ti ancestral que te ligaba a lo primitivo del hombre, a sus ritos, ajeno a la conducta de traje y corbata, al miedo a enfermar de gripe, al disfraz de rebelde, al asentir y claudicar. Esa tierra que albergó en un tiempo a niños de tu edad que iban a la guerra, y no temían al dolor. Y esas niñas a las que soñabas besar ya eran madres, o Diosas, o reinas.
Esto hago contigo, imaginarte desnudo, durmiendo, de niño. Así me ahorro lo que sobra: yo pienso que, yo veo que, yo considero que, yo en tu lugar. Los pedazos de tiempo a esa edad se alargan con una flexibilidad de azúcar, tus dedos apresando la textura de un chicle, estirándola, tersándola, y por un momento qué importa la fecha en la que nacimos, el día en que algunos elegisteis morir, porque la eternidad en esas tardes de verano sabían a sandía-hierbabuena, al frescor de tu aliento suspendido para siempre en un cielo sin nubes, sin el artificio de las bonitas postales, de los decorados de las agencias de viaje, cúmulus púrpuras, cirros de nácar, Nube Morning Glory. A los niños les sale humito de las orejas y las hormigas trepan arbolitos navideños. La muerte a las once años no asusta. Supone mayor fin la hora de la cena, a las nueve a la cama, el timbre anunciando el final del recreo.
El crujir de unos pasos sobre las hojas secas te haría imaginar por un momento lo que sentirías al pasear con alguien. Bien podría llamarse Denise, Denise en shorts y ojos bicolores, y una morenita de sonrisa fantástica, yo entre las dos, sonriendo también, tarde luminosa, en un sitio donde todos los que pasean son extras de películas entrañables. O Aurora, tendría los dientes ligeramente separados y su cuerpo delicioso sabría a paleta de coco. ¿Qué le diría entonces el tipo que la acompaña? Fernando. Treinta y cinco años. No tengo muchas cosas que contarte, casi no he viajado, no sé hablar inglés y no hay cosa que me guste más que el estar solo. O quizá la muchacha misteriosa de los zapatos rojos, o Olivia, o Julia. O Edna. Y en mitad de ese crujir de pasos sobre las hojas, vuestra pequeña Greta y su torpe y dulce trotar de zapatitos.
Te imagino con la mirada perdida más allá de la higuera y los rosales, tus labios articulando vocablos encerrados en frasquitos de medicamentos que tu mamá guardaba en la estantería más alta del lavabo. DEJAR FUERA DEL ACANCE DE LOS NIÑOS. Fascinado ya con la sonoridad de las palabras. Acetilespiramicina, 500 mg. Muchos años después, en tu casa en el centro de Aguascalientes, ajena al zumbido de los zancudos, del perfume de las flores de ornato, del abrazo raquítico de lo que en su día fue río, cambiaría la sonoridad de tus dedos. La palabra siempre te perteneció, más allá del contrato de propiedad, más allá del amo que posee un puñado de tierras y un puñado de hombres, más allá del NO PASAR PROPIEDAD PRIVADA. Y te imagino en tu escritorio, transcribiendo fragmentos de un libro. "Si te dicen que caí" en lo alto de una pila, un montón de páginas aguardando tu promesa de acabar de leerlo algún día. Te gustaba escribir a mano, y te podías pasar la tarde trazando grafías con una pluma de punto extrafino, negra, y una tarjeta de media cuartilla de cartulina blanca, por el puro placer de hacerlo. Te imagino también presa de uno de tus arrebatos, arrugando papeles, borrando tus textos cantar, entonces, es golpear un escritorio y vivir, entonces, es un canto repetido.
Veo tus ojos de niño. ¿Usabas entonces gafas? Aunque tú las llamarías lentes. Circulitos de café de Mozambique, charcos de betún con pececitos dorados, cerrar los párpados y un coro de ranas, a las cinco de la tarde de un martes de diciembre, con los ojos vendados, en traje de astronauta rozando con las puntitas de tus dedos trozos de cielo que a brincos sorteaban las hojas de esa gran enredadera del jardín de tu casa.
Imagino tus juegos de equilibrio sobre un tronco derribado, el vuelo de tus avioncitos de papel, ese suspenderse en una pausa, luego de alcanzar un máximo de altura, girar 360º, hacia una recta imperdurable, una excursión en esa zona arbolada y más bien semivacía, el rastro de una camioneta transitando por una carretera cercana. La radio encendida. El rumor de la trompeta de Chate Baker trepando por el lóbulo de tu oreja izquierda. Música de un negro. Eso pensarías. Y no sería hasta pasados muchos años, cuando un amigo tuyo te dejó un disco de Chate, que descubrirías que el negro que te maravilló en un recodo cualquiera de la carretera a las afueras de tu casa se trataba en realidad de un chico de pelo claro y piel blanca. Siempre existen excepciones. Tú eras una de ellas. Quizá todo aquello formara parte de una premonición, porque tú me dijiste: así ha de ser la vida de un tipo, vivir con intensidad y marcharse justo a tiempo. Pero él murió a los cincuenta y nueve años, debiste esperar ese tiempo de más. O puede que exista aún esa tregua y me suicidaré seis veces antes de dormir.
Pero antes de eso, antes que se ablandara el cuerpo los huesos la carne, fuiste poco a poco lo que serías: divertido, terco, contradictorio, afable, locuaz, tímido a tu manera, sarcástico, vicioso, inteligente, un poquito idiota, impulsivo, reservado, exhibicionista en la palabrería, inteligente, lector empedernido, cordial, provocador, brillante, que te dejabas conquistar intuyendo que conquistabas, un padrazo, un amor.
Esto quiero hacer hoy contigo. Imaginarte de niño, once años, pantalones cortos, rodillas amoratadas, finos brazos tostados con la piel surcada por picadas de zancudos. Así te imagino yo. Así te imaginaste tú de anciano: podría acostumbrarme a vivir aquí, verme viejo, con nietos enredados en las piernas, y una pipa grande, humeante, para las noches de fresco en la terraza.






(al final te hice caso ¿lo ves? El único paréntesis de mi texto lo pusiste tú. Yo te dedico este último)







El destiempo

Por: Beatriz Patraca
La Jornada de Oriente
2012-04-12 04:00:00



Siempre le decía que nos reuniríamos en Tlaxcala, en el bar de don Benja. No sé por qué pero pensaba que en ese lugar se sentiría cómodo con el sonido de las fichas de dominó de fondo. Le contaba que también invitaría a Iván Farías, a quien conoció en un encuentro de escritores, y a Pedro, a Ipatzi y a Gaby Conde a quienes no conocía en persona aunque formaron parte del mismo proyecto literario. A lo mejor también Leonardo, se anima y viene, le dije. Y él me decía que sí, que teníamos que brindar aunque fuese a destiempo.  Hoy sé que no brindaremos nunca, que los destiempos rara vez se producen y que se nos quedarán pendientes esas cervezas como tantas otras cosas.
En los periódicos siempre vemos que las necrológicas, los homenajes y los textos se dedican a personas con un grado de popularidad que les permita ser noticia. Fernando Paredes nunca quiso ser popular aunque iba destacando porque tenía un talento que lo rebasaba. Además de participar en antologías de cuentos y en diferentes revistas como Replicante, Dixo o Parteaguas, ganó el premio estatal de cuento en Aguascalientes con su libro “Matamoscas”. Sin embargo, su vida literaria se gestó sobre todo en la red. Sus textos han circulado por facebook –aunque siempre se negó a sacarse un perfil en las redes sociales habituales–, en diferentes blogs y en páginas literarias. Era desapegado y compartido con sus letras y aunque vanidoso, nunca se tomaba en serio a sí mismo. Eso de los premios, la trascendencia, el bombo y el platillo, lo tenían sin cuidado. Tuvo oportunidad de hacerse hueco entre su generación pero, según sus propias palabras, le daba flojera el ambiente literario y las envidias locales y nacionales.
Es probable que quien lea esta columna no sepa quién fue Fernando, que el interés por el tema se circunscriba a unos cuantos y que sea sólo un pequeño homenaje muy personal. Lo que es seguro es que todos hemos perdido a un amigo y entonces coincidirán en que cuando se recibe una noticia así, el ambiente se llena de una imposibilidad muy densa en donde el recuerdo es la venganza del destiempo, de lo aplazado, de lo postergado.









Fernando Paredes

Por: Leonardo Garvas.
Editor de Disculpe las Molestias.
2012-04-10



Fernando Paredes más allá de trabajar en una biblioteca, era un escritor que había obtenido el premio de cuento Aguascalientes por su libro "Matamoscas", que había participado con Dixo, Replicante, Parteaguas, entre otras, que había escrito desde cortometrajes, críticas, hasta ensayos complejos sobre la obra de Salvador Elizondo; que era co-autor de los libros El Cuerpo Remendado y Al Diablo Adentro, y que en Disculpe las molestias, ediciones, era parte fundamental del consejo editorial. Hace poco hice cuentas y descubrí que sus cuentos y poemas que habíamos subido a la red en las páginas de Dios y Satanás habían sido leídos cada uno por más de cincuenta mil personas, compartidos en cientos de blogs, miles de muros de facebook. Sus lectores no dejaban de pedirme más de sus textos, su twitter, sus espacios cibernéticos, sus cuentas secretas que seguro yo conocía y que no quería darle a nadie, y a mí no me quedaba más que decirles que Fernando se rehusaba a participar en cualquiera de estos sitios, entonces sus lectores me tomaban por un mentiroso y no les quedaba más que esperar a que él me autorizara a subir otro texto suyo. Yo solía contar en conferencias y presentaciones que ni los estudios ni el nivel académico oficiales hacen al artista y lo ponía a él como ejemplo, como uno de nuestros mejores y más cultos escritores que apenas estudió hasta la secundaria, luego -ante el público sorprendido- aseguraba con toda certeza que pocos sabían y escribían como él. Un hombre controversial, único -valga el estereotipo- que desde hace años me enseñó que para romper con los estigmas hay que burlarse de ellos. Llevo toda la noche preguntándome por qué habrán sucedido así las cosas y he pensado que las razones van desde una firme decisión, hasta para darnos una lección más de cambiar esquemas sobre el cómo enfrentarse a la vida, aunque la gente simple pensará razones simples, la gente que no puede no podría haberlo conocido ni tantito. Hoy nada más me queda decirle a sus lectores que esta vez sí es definitivo, Fernando no escribirá más, no habrá más textos sorpresa que algún día me deje publicarle. Y por más que intento no caer en lugares comunes para no ofender su memoria, no puedo evitar decir que lo extrañaremos y que no sólo hemos perdido a un gran artista, sino a un gran amigo. Por tu recuerdo, brillante y valiente escritor, consejero, artista, amigo, gracias por todo...









Fernando.

Por: Edna Rodríguez
CIELA-Fraguas. Aguascalientes.
2012-04-21





Yo creí que tú bien sabías cuánta gente te conocía; cuando salíamos a caminar por las mismas calles de siempre te decía que no había día que no saludaras a alguien diferente. Yo calculaba que eran muchas personas, pero nunca creí que tantas. Tan solo mira cuánta gente hay aquí y cuánta hubo en tu velorio.
Además hay muchas personas que te aprecian, varias no están aquí porque ni siquiera están enteradas de nada; te conocían sin saber tu nombre, te apreciaban por tu generosidad, porque eras el único que los ayudaba a atravesar la calle en su silla de ruedas, porque les dabas todas las monedas que traías en el bolsillo, especialmente a los artistas ambulantes que te encontrabas en tu camino. Al final, hay todo en esos paseos juntos que me dejan una huella muy clara, porque todo lo que aprendí de ti fue con tu ejemplo.
En internet también dejaste muchos seguidores. ¿Te acuerdas que no me dejabas publicar el blog que te hice con algunos de tus cuentos? Hoy tengo que darte la noticia que tan pronto publiqué el blog, en las primeras 24 horas recibiste mil visitas. ¿Sí te lo crees? A veces pienso que sí.
No sabes cuántas personas han ofrecido su ayuda para este homenaje, y vaya que nos ayudaron porque yo no hubiera podido sola; tu hermana Kaly, Lorena, mis papás, tus papás, la infaltable Juanis, Rosa, Chela, todos anduvieron ayudándonos, tu hermano Leo (ya sabes, en lo técnico), el Gus que hizo un audiovisual con tus fotos, Beatriz poniendo orden en la lista de participantes, los familiares y amigos cercanos que con su voz te rinden homenaje releyendo tus cuentos, los que están aquí presentes, aquí y allá, los que te siguen… muchas gracias.

Si te digo la verdad yo siempre me imaginé este momento, un día en que todos tendrían que voltear a ver lo que tú eres y lo que dejaste en nosotros con tu obrar, pero nunca sospeché que esto sucedería en tu ausencia.

Aquí en el CIELA dejaste un recuerdo imborrable, tus amigos y colegas te recuerdan con cariño, eras el investigador que hacía falta en este espacio, me decían ayer. Para mí era muy especial que se realizara tu homenaje aquí, porque en este lugar pasaste tus últimos días preparando lo que ibas a escribir sobre la biografía de Don Víctor Sandoval. Tú tuviste la hazaña de reunirlo a él, hace pocas semanas, con el hijo de su mentor, con Salvador Gallardo Topete; y ambos (no tengo ni la menor duda) te estimaron mucho y reconocieron tu talento.

Tú nunca ibas lejos, conocías muchísimo de cultura universal, todos me dicen que contigo se podía hablar de todo, y tú me decías que muchas veces te sorprendías de ti mismo, yo siempre te admiré, pero a pesar de que conocías muchas cosas, tú siempre regresabas a la tierra a la que perteneciste siempre, a tu Aguascalientes íntimo y profundo. Realmente por ti conocí la historia viva de esta ciudad, me presentaste a Saturnino Herrán -lo admiré igual que tú-; me
enseñaste a López Velarde -me hacías reír porque me decías que él de seguro escribía con el pito parado-; y compartiste conmigo la música del repetidamente olvidado Manuel M. Ponce. Te fascinaba la obra de Guadalupe Posada, me recordabas a Fructuoso Contreras, te congratulabas diciéndole a Greta que sobara la panza del monumento a Don Cuco, el famoso arquitecto sin título, Don Refugio Reyes Rivas.

Recuerdo que el domingo anterior, unas horas antes de que te fueras y que yo ni lo imaginara, te mencioné que hace tiempo que ya no brillaba una estrella en Aguascalientes tal como aquellos artistas y te dije además que para mi tú eras esa estrella viviente, aunque siempre me dijiste que exageraba, que yo de ti estaba enamorada y que por eso lo decía, pero esa vez me dijiste que de todos tú eras el menos importante.

Ahora es tiempo de que sea la gente quien diga si tu obra era o no tan valiosa como yo lo consideré desde el principio, ahora es tiempo de que las personas que te conocían en persona conozcan tu obra, y a la inversa, de que las personas que leían tu obra reconozcan al hombre que había detrás de tus textos.

Pero antes de dar paso a lo que sigue, quisiera aprovechar ahora que estás entre nosotros para decirte que respeto muchísimo tu decisión, que te agradezco la confianza en mí y que no tengas dudas de que me esforzaré porque nuestra hija sea tan noble, generosa, sincera, inteligente y tan alegre como tú lo fuiste en vida. Y que me siento tranquila al final de cada día porque siempre supiste lo mucho que te amé.

Espero de todo corazón que este homenaje lo disfruten todos, porque tú te lo mereces.

Buenas noches.




Matamoscas*

Ilustración: Zertuche Slecht Leven, Aguascalientes, Ags. México. 2012. Iba a sentarme a escribir pero me puse a matar moscas. No ...