miércoles, abril 17, 2013

Prólogo al libro "Cassandra Cactus" de Rocío Navarro*.



Como si leer se tratase de chupar un agridulce caramelo que pasa de un lengüetazo al otro por tonalidades que van del rojo sangre al verde cactus, del amarillo lente a la tinta azul –que no va con el relato, ustedes comprenderán-, filtrar por las pupilas el palabrerío ácido de Rocío (rocío ácido), degustarlo con la mueca extraña del que no sabe bien a qué sabe lo que prueba; lamerlo, pues, con desconfianza, para luego descubrir los sabores degradados con los que pinta sus pensares, resulta siempre una especie distinta de placer.
Nadie le da a otro del caramelo que está chupando (nadie, excepto los novios adolescentes que se han perdido el asco), como nadie invita al otro a su propia masturbación (excepto, claro, los mismos adolescentes). Por eso, cuando se descubre una ventanita con persianas entreabiertas por la que podemos observar los lúbricos y (ya no tan) solitarios devaneos del dueño de la misma, detenerse es morbosamente inevitable...
¡Momento!
Rocío no es una de esas señoras bien casadas-cuatro hijos-afiliadas al círculo literato de la cuadra-aburridas de su vida, que bajo la égida del erotismo ramplón, producen millares de poemas de una frigidez inenarrable.
Para la Cactus, el sexo es sexo y nada más –el amor será lo propio-. Baste eso para saber que acá nada de pieles ardientes bajo lenguas libertinas, todas ellas simuladas. Acá una moral propia que aprecia la franqueza de un muchacho drogado o el cinismo de quien se enamora de todos sus amigos y no coge con ninguno. Cinismo lúgubre del que ha muerto por sobredosis de lucidez.
Digo que ella se masturba con un pincel cargado, se corre, moja sus manos en la mezcla y, con dedos húmedos, comienza a teclear.
Digo también que nada de eso es cierto, pero que esto es un prólogo, carajo.
Un chino me dijo que el camino a la sabiduría estaba entre el idealismo y el sentido del humor; que a las muchas pasiones había que mezclar los muchos absurdos; y que, más que al nirvana, había que llegar al instante de perfecta pereza. No sé qué tan devaluada se encuentre en estos capitalistas momentos la sabiduría china (o la maya o la griega o la tucumana) pero creo que algo de chai va en la mezcla del mate que Rocío toma.
Canalla de veintipocos años, le brota lo genio sin querer queriendo. Fotógrafa por extensión, teniendo por cuarto oscuro al Chaco que la circunda, se ha puesto a encontrar belleza en imágenes de una cotidianeidad despreciada, en personas que siempre están ahí, justo al lado de lo ya tan visto. Y como un photoshop malintencionado, retoca los detalles, descompone el encuadre, satura los colores, todo con la finalidad de resaltar (precisamente) aquello que la estética de la corrección califica como equívoco, cacofonía aparte.
Así tenemos revelados que requieren (nótese que no exigen) de ojos irritados y luz de cantina; de ojos desvelados y luz de cabecera; de ojos viciosos y otra cosita; como si leer se tratase de acercar un poco más la nariz a la fotografía.
Yo no soy de esos lectores que subrayan, anotan o memorizan párrafos escogidos para luego recitarlos al primer paréntesis de aburrimiento en la sobremesa. Me gusta disfrutar el destello inmediato del creador en el momento justo de su descubrimiento y dejarlo ahí, en su sitio, limpio de segundas interpretaciones. No tengo que conocer a Rocío (porque no la conozco) para saber que no le gusta hablar de su literatura. Eso lo intuyo al tiempo que la leo. Creo reconocer al individuo que se sienta a escribir con la única intención de sosegar el ansia que le escose los dedos y la boca del estómago, le ahueca la garganta y le revienta el alma.
En tiempos en que el arte requiere un título, un diploma o una clasificación definitoria, lo único que pido es alguien que no se dé por enterado; que venga y me cuente cómo es que le va; y que de vez en cuando le guste exagerar los hechos por el puro placer de hacer divertido lo intrascendente.
El siglo XX nos heredó la anulación de la sorpresa... pero no: he leído a gente que dice que la Cactus es post-moderna y yo sigo sin saber qué putas significa eso. Supongo que necesitamos de ismos como del agua, la fruta y el pan. A mí me gusta leer a Rocío porque nunca sé de qué (cómo) me hablará; porque no sé si ya se le acabó el amarillo y no tiene a nadie anaranjado con quien platicar, o se le ha metido el demonio lento de la tristeza y escupe manchas negras, desesperada. A mí me gusta Rocío por mujer con todos los adjetivos; hecha -como Elena Garro dice- de objetos impares y pedazos absurdos de tiempo; lúdica suicida amante de la vida por momentos; hija de no sé qué padres iguales a todos los padres del mundo; argentina hasta la remera; loca por exceso de cordura; pueta del orgasmo solitario; pintora de la lente estilográfica; y ya.
Si no se ha entendido: bienvenidos sean, pásenle, aquí junto a mí, frente a la ventana. Navarro abrió la cajita de Pandora y está que se muere de risa, se muere de rabia, se muere de hastío, se muere, ergo sigue viva (aunque no lo quiera). Quítese la máscara y observe bien. Se volverá costumbre el rondarla, visitarle sin que sepa, chuparle las palabras.
Después de todo, ¿qué otra cosa tiene que hacer?

Fernando Paredes
México, 19 de febrero de 2007

*Casandra Cactus de Rocío Navarro, editado en el 2006, en Resistencia, Chaco, Argentina, por editorial Cospel.

viernes, abril 12, 2013

Mujeres


En el Homenaje a Fernando Paredes en la sala de la Lotería Nacional, Ciudad de México, abril 12 de 2013, a un año de su fallecimiento.

miércoles, abril 10, 2013


El muñeco "Fernando"








Fernando les presenta a Fernando presentando la nueva presentación del muñeco “Fernando” que presenta nuevas adiciones (¿adicciones?) para soportar el presente.

Si usted le jala las greñas, el muñeco “Fernando” le recitará el volumen entero de sus poesías inéditas como si se tratase de un remix hip-hopero con visos de barroquismo contracultural y aderezos de nostalgia.

Si usted le escupe a la cara, el muñeco “Fernando” comenzará a reírse a carcajadas y fingirá que nada ha pasado, haciendo gala de sus pasos de break dance y la todavía funcional manera de hacer el gusanito.

Si usted lo mete al horno, el muñeco “Fernando” hará ejercicios aeróbicos al mismo tiempo que silba las nueve sinfonías de Beethoven en orden cronológico.

Si lo mete al congelador, el muñeco “Fernando” tomará posición de flor de loto y meditará hasta que sus siete chakras se encarguen de energetizar el pescado, la res o el pollo que usted guarde ahí.

ADVERTENCIA: si usted es vegetariano no se recomienda la adquisición de un muñeco “Fernando”: su uso eleva los índices de colesterol y provoca angustiosas crisis caníbales, porque si usted se lo come, el muñeco “Fernando” le limpiará las arterias de todo elemento reconstituyente y lo vaciará por todo conducto disponible hasta dejarlo cual papiro chino del siglo VII antes de Homero, listo para reescribir su biografía en bellos dodecasílabos garigoleados.

Si usted le quiebra una patita, el muñeco “Fernando” le contará cómo fue que de niño vio a doce vacas coloradas aventándose de un barranco.

Si le quiebra una manita, el muñeco “Fernando” activará sus conocimientos matemáticos y le descubrirá los secretos de la cuántica y la astrofísica.

Si le hace cosquillas en la panza, el muñeco “Fernando” soltará graciosos peditos, tan hediondos y palpables que serán el alma de cualquier fiesta.

Si usted prefiere tenerlo guardado en su cajita; el muñeco “Fernando” se lo agradecerá con todo el corazón y entonará bellas canciones de cuna.

Si usted lo lleva a la cama, el muñeco “Fernando” entrará a sus sueños y lo conducirá al mismo lugar a donde el flautista de Hammelin llevó a los niños que fueron hipnotizados.

Si usted es mujer, el muñeco “Fernando” tiene las proporciones exactas para ser llevado como un hijo perverso dentro de su vientre.

Si usted es hombre, el muñeco “Fernando” sabrá prepararle cualquier bebida embriagante y podrá brindar con él hasta que el vómito lo invada.

Si usted es homosexual, el muñeco “Fernando” viene con un vestidito rojo, zapatos de tacón, medias negras y fotos de Ricky Martin.

Si usted lo baña; el muñeco “Fernando” sufrirá extrañas mutaciones que pueden ser catastróficas o seriamente peligrosas para el correcto funcionamiento de sus cualidades intrínsecas.

Si usted lo avienta por la ventana, el muñeco “Fernando” se irá volando como hoja de periódico amarillista hasta encontrar otra ventana a la cual introducirse furtivamente.

Si lo azota contra el suelo, el muñeco “Fernando” hará sus magníficas imitaciones de sonidos animales y ruidos mecánicos (desde el ulular del búho hasta el traqueteo de un camión).

Si lo sube a un árbol, el muñeco “Fernando” le explicará la filosofía de Epícuro con notables ejemplos de sencilla comprensión.

Si lo pone de cabeza, el muñeco “Fernando” protegerá su casa contra mosquitos, arañas, escorpiones, vendedores de enciclopedias y testigos de Jehová.

ADVERTENCIA: el muñeco “Fernando” parece gozar con los alfileres clavados y de la tierra de panteón. Platique primero con él y dígale cuáles son sus intenciones.Si usted es practicante de vudú, el muñeco “Fernando” tiene la asombrosa cualidad de la mímesis metafísica y puede ser símbolo representativo de cualquier ser humano.

Si usted le prende fuego, el muñeco “Fernando” se convertirá en una pasta de fácil aplicación a la piel y, con un tratamiento de dos semanas, usted podrá ver cómo desaparecen arrugas, paño y demás imperfecciones del cutis.

Si usted sufre insomnio, el muñeco “Fernando” sabe más cuentos que Scherezada, incluida la Antología del Relato Vulgar, las Leyendas de Guatemala y el Cuento de Nuncacabar. (Para casos crónicos, el muñeco “Fernando” podrá recitarle de memoria los informes de gobierno de presidentes latinoamericanos del siglo XX).

Si usted tiene tendencias suicidas, el muñeco “Fernando” trae incluidas tres balas de plata calibre .45, un frasco con cicuta, dos sogas gruesas, navajas de afeitar, además de una pluma y una libreta para el infalible recado póstumo.

ADVERTENCIA: el muñeco “Fernando” es bipolar.

Si usted es drogadicto, el muñeco “Fernando” trae un relleno en polvo susceptible de ser inhalado, fumado, inyectado o, simplemente, tragado, con efectos relativos al sistema nervioso y la psique de quien lo consuma. No nos hacemos responsables de malos viajes, alucinaciones terroríficas o místicos desdoblamientos de la personalidad.

Si usted le pica un ojo, el muñeco “Fernando” dirá ¡Ay!

Si le pica el otro, el muñeco “Fernando” dirá ¡Uy!

ADVERTENCIA: si le pica el culo, el muñeco “Fernando” dirá ¡Hijo de tu reputísima madre, ve a picarle el ano a la más pinche vieja de tu culerísma casa de mierda!

Si usted lo acaricia tiernamente, el muñeco “Fernando” comenzará a platicar lo solo que se siente, la falta que le hace alguien, lo mal que lo ha pasado todos estos años, etc.

ADVERTENCIA: se recomienda no hacerlo.

Si usted le corta la cabeza, el muñeco “Fernando” no perderá ninguna de sus facultades, siendo inclusive más simpático y ocurrente que antes.

Si usted es revolucionario admirador del Che Guevara, el muñeco “Fernando” esperará el momento justo para largarse y no volverá a verlo nunca más.

Si usted es intelectual seguidor de Derrida, Lacan o Humberto Eco, el muñeco “Fernando” sufrirá desesperados ataques de ira y pondrá en grave peligro a todo su mobiliario.

Si usted es artista contemporáneo, el muñeco “Fernando” representará todo lo que usted considera superado y obsoleto, llegando a extremos de recitar interminablemente el poema de La Casada Infiel o el Amor Constante Más Allá De La Muerte, en la tradición de la mejor fonomímica estudiantil.

Si usted es un pobre diablo, el muñeco “Fernando” será un espejo, un eco, un apéndice siamés de su apéndice reflejado en el espejo de quebrados ecos idénticos.

Si a usted le parece que nada de esto le es de utilidad, tiene toda la razón. El muñeco “Fernando” tiene los más bajos índices de venta en la historia de la juguetería mundial y lo seguimos fabricando sólo por el nunca acabado deseo de verle en las manos de cualquier persona aburrida de estar aburrida.












No está en venta; se regala al primero que lo pida.

Matamoscas*

Ilustración: Zertuche Slecht Leven, Aguascalientes, Ags. México. 2012. Iba a sentarme a escribir pero me puse a matar moscas. No ...