2010-06-09
Aguascalientes es una ciudad atípica dentro del mapa
mexicano. Es moderna en su trazo y ha crecido tanto en los últimos años que,
para sus viejos habitantes, resulta desconocida en muchos de sus lugares. Sus
traslados siguen siendo considerablemente cortos en la mayoría de los casos,
aunque la población y el tráfico han aumentado exponencialmente, y con ellos
los conflictos y los ritmos de vida. Es una ciudad eficiente en varios
aspectos, limpia y cordial con los visitantes. Pocos de ellos son los que no
reconocen en la ciudad un ambiente seguro, tranquilo y ordenado. El estado continuamente
es designado “piloto” para diversos programas federales y esto le ha dado un lugar diferenciado en la
región. Una distinción. Lo que muchos consideran una falta (a saber: su
carencia de edificios coloniales) es, en realidad, una cualidad de ciudad con
proyección modernista, que se ha sabido aprovechar, pero que aún falta
apuntalar en varios aspectos.
Las ciudades, su aspecto físico (además de su
situación geográfica), expresan y condicionan, al mismo tiempo, la forma de ser
de sus habitantes. ¿Qué expresa Aguascalientes acerca de sus habitantes y cómo
condiciona la ciudad su comportamiento?
Con respecto al problema de la discriminación a los
discapacitados, la ciudad y sus habitantes expresan una indolencia preocupante.
El equipamiento urbano es poco y malo. En algunos rubros, como el transporte
urbano, dicho equipamiento es inexistente. La presunción de ciudad moderna
tiene aquí una falta grave, un tache en rojo, que acusa, sobre todo, a sus
gobernantes y ciudadanos.
¿Qué clase de ciudad queremos y qué tipo de sociedad
pretendemos ser? En las legislaciones
federal y estatal existen leyes que ordenan la justa incorporación de los
discapacitados a la dinámica social, además de la creación de comités dedicados
a la prevención y la atención a las distintas discapacidades. Lamentablemente,
esto no se cumple. No en forma integral, planeada y efectiva. No como está
especificado en las leyes (Ley General de las Personas con Discapacidad y Ley de Integración Social y Productiva de
Personas con Discapacidad del Estado de Aguascalientes). Y eso corresponde al gobierno, que para eso
se le ha elegido y cuenta con
presupuestos conformados con el dinero de los contribuyentes –es decir, de
todos- con los cuales debe procurar el bien común a través de los mecanismos
pertinentes. En eso no hay vuelta de hoja.
Pero también del lado ciudadano debe provenir un nuevo
impulso, una renovada confianza en la comunidad y las posibilidades de la
organización civil al momento de tomar decisiones que afecten a la población en
general.
El fenómeno de la discriminación en México es un problema
cultural. No es “incultura” o falta de cultura, sino un tipo de cultura. Esto es, una serie de costumbres
con las que crecemos y que justifican
comportamientos discriminadores hacia los distintos, hacia los de otra clase
social, hacia los de otro color, hacia los que no pueden moverse o expresarse
como nosotros, etc. Hábitos fundados en el prejuicio, es decir, en el juicio
que hacemos del otro antes de
conocerlo. Nadie escapa a ello. Por lo tanto, una vez que se ha reconocido, hay
que superarlo usando lo mismo que usamos para darnos cuenta del problema: con
inteligencia. Y voluntad.
¿Queremos cambiar estas costumbres? Parece obvia la
respuesta, pero ¿por qué no lo hemos hecho? Muchas pueden ser las respuestas.
Entre tantas está la de “Porque no sabemos cómo hacerlo. No sabemos cómo
empezar y llevar a cabo un cambio de costumbres tal y tal”. Ese me parece un
buen comienzo, la aceptación de nuestra situación real. ¿Cómo saber hacer algo
que nunca se ha hecho? ¿Cómo actuar como nunca se ha actuado? Como las
costumbres: se aprende.
Y eso es: tenemos que aprender nuevas costumbres que nos
hagan más respetuosos de los demás, más justos en la práctica diaria, en ese
roce continuo con los otros que no son
como nosotros, ni piensan como nosotros, ni les gusta lo que a nosotros, pero
que están ahí, coincidiendo todos –o casi todos- en el deseo común de vivir en
paz, en una ciudad que ofrezca servicios básicos eficientes y en la que se
cuente con la libertad para expresarse o dedicarse a cualquier cosa que se nos
presente como vocación en la vida. Ahí es donde coincidimos y es desde ahí de
donde deberíamos partir.