2006-04-08
Yo quisiera que
Dios no estuviera muerto. Porque si ya pereció la única cosa perfecta que
podemos imaginarnos, se muere con ella también nuestra imaginación.
Además lo han
matado tantas veces que ya ni chiste tiene. Cualquiera puede decir “¡Dios ha
muerto!” y poner cara de Nietzsche antes de destapar una cerveza.
Matar a Dios es
snobismo ramplón. Es como el viejo al que siempre podremos escupir al rostro
sabiendo que no hará nada por perseguirnos; un tiro al blanco completamente
blanco.
Yo quisiera,
además, que Dios no tuviera religión; que nadie se lo adueñara, que esté más
allá del copyright y los derechos de autor. No importa el nombre con que se lo
llame, sino saber que un nombre es sólo una palabra, sólo letras, sonidos
acomodados, signos humanos, simbolización.
Además, sin Dios
no hay Demonio, y un mundo sin Dios ni Demonio es como un océano sin agua y sin
sal.
Abogo entonces
por los amigos del Demonio para que luchen por la supervivencia del único
enemigo digno de enfrentar.
Porque de lo que
ahora se trata es del Vacío, de la Nada. Pero ¿qué carajos es la Nada? ¿Dónde
está? Dirán: la Nada no es. Y ahí mismo se muere todo.
Pero si la Nada
no es, entonces no existe. Y si la Nada no existe, sólo nos queda lo
Lleno.
En defensa de lo
Lleno escribo esto. A favor de lo táctil, de lo sustancioso, de lo completo, de
lo siempre vivo.