miércoles, marzo 20, 2013

BILL and I



BILL & I






          

          Yo sería un buen hijo si Bill Evans me hubiese engendrado, ya lo creo. Escucharlo tocar el piano sería mejor que salir a matar gorriones o romper cristales u observar eclipses. Olería a colonia de papá, a maderas y tabaco, sentado al piano. Y tocaría una melodía tan suave como sentida; luego otra tan viva como complicada; luego otra tan triste como inevitable. Y yo, niño, sacaría mi cajita de colores para poner a cada nota el suyo propio y vería salir por la ventana jirones de verde y azul y gris y rosa. Le diría: “¡Papá!” y él sonreiría, me vería sobre el cristal de sus lentes y afirmaría delicadamente con la cabeza, mientras sus manos continuaban acariciando al piano como se acaricia a un gato o el cuerpo de la mujer amada o la arteria por la que la droga ha entrado para salvarnos.

           Imagino que cualquier martes sería domingo a su lado. Imagino, también, que le vería sufrir y dar portazos y mandar al diablo a todo, a todos; que yo me encargaría de quitarle los zapatos cuando llegase colgado a casa y cayera dormido sobre la alfombra de la sala. 

          Estoy seguro de que Bill Evans me hubiese querido como yo lo quiero ahora, preparando un desayuno de hot cakes, tocino y jugo de manzana, dejando para él un café apenas, un pan tostado y un oscuro cigarrillo, tomándome la mano, después, para salir a dar un paseo, subirnos a su descapotable e ir a lugares en que mujeres de cabellos plateados le recibirían hechas una sonrisa; mujeres que olerían a cítricos y me besarían la comisura de los labios, enamorándome sin remedio, y Bill, mi padre, las tomaría de la cintura y me diría que Cynthia (o Margaret o Susanne o Vera) era una tía lejana a la que llevaríamos a conocer la ciudad.

         Bill Evans sería un buen padre. Lástima que haya muerto por drogadicto. Heroinómano - una vez solamente me he metido heroína; un viaje gelatinoso y de brillos dorados, y no creo volver a hacerlo. En todo caso, me gustaría aprender a tocar el piano y ser capaz de interpretar una sola de sus obras, la más sencilla; saber qué se siente transformar el sonido en seda e incienso, en beso y abrazo, en lluvia y pradera... Y luego, quizás, tener un hijo.

Matamoscas*

Ilustración: Zertuche Slecht Leven, Aguascalientes, Ags. México. 2012. Iba a sentarme a escribir pero me puse a matar moscas. No ...