dedicado a mi mamá, mis
hermanas, mi mujer y mi hijita
El problema es siempre sexual. Lo sexual no siempre se refiere a la relación
genital, brutos, sino a los arquetipos y sublimaciones de cada uno de los
sexos. Y esta nueva era que comienza trae una carga feminista (una malformación
de lo femenino) que, a mi entender, está deteriorando el edificio cultural
nuestro a un ritmo espeluznante.
Que somos machistas, lo sabemos. Que eso está mal... bueno, eso dicen las mujeres
(ciertas mujeres, hay que decirlo así) y los pelmazos que vociferan una
igualdad inexistente, o mejor, imposible entre Equis y Yes. El machismo, como
principio dinámico, conlleva la dialéctica de construcción-destrucción, la
puesta en escena del domino vertical en el ordenamiento de los pueblos. ¿Y cuál
es el problema en ello? Puestos en el lado contrario, serían pues los
principios de conservación y de igualitarismo los que entrarían en conflicto
con el machismo. Pero no es así. Lo que hay es un afán feminista por ser igual
al macho que tanto dicen despreciar. Es decir, un continuismo
deformado.
Alegan que lo que buscan es el reconocimiento de derechos civiles, pero fácilmente
degenera en la ambición del poder que les ha sido escamoteado. Un ejemplo: los
Estados Unidos de América es, desde hace tiempo, un campo mujeril. Ya son
varios los gringos que escucho quejarse amargamente de sus mujeres. “Mandonas,
gritonas, histéricas”, son, más o menos, los adjetivos con las que las describen.
Tal vez no haya mucha diferencia entre este retrato y el que todos podemos
hacer de las mujeres en el mundo entero. La diferencia es quelas mujeres
norteamericanas son las que mandan en casa, y quien no sepa lo que eso
significa dentro de un Imperio, pierde de vista la carcoma que
trae a todo el tinglado.
Las (y los) feministas son histéricas, consumistas, metiches, chismosas y
se arrogan poseedoras de la Conciencia Mundial. Ese meter las narices en los
pueblos de culturas distintas a la cristiana-occidental (ah, porque es acá
donde germina este moho corrosivo) para llevar a todo el mundo sus conceptos
igualitarios. ¿Que eso no está mal? ¿Entonces por qué se ponen como perras
cuando se le hace ver que eso mismo es lo que buscan y hacen los imperialistas
que “implantan” la democracia por medio del fusil y los escuadrones de paz de
la ONU?
Es el dinero lo que les ha dado tal talante y creen que con dinero se arregla
el asunto, cualquier asunto. Por eso en nuestros países la mujer aún sigue sin
“empoderarse”. Y aquí es donde debo decir que esto no pretende ser una apología
del machismo sino un comentario acerca de lo que se ve venir. Porque si bien la
mujer latinoamericana aún no alcanza las ganancias de la gringa o la europea,
es evidente que carga con la manutención de muchas familias a lo largo del continente.
Más temprano que tarde esto revertirá la lógica acostumbrada, seguramente, pero
acá toparán con muro, ya que no es lo mismo el carácter liberal de aquellos que
el represivo de los nuestros. (Seme ocurre que la Guerra tiene mucho que ver en
el pesimismo inherente a aquellos pueblos, a sus hombres que, espantados de sí
mismos, deciden ceder el poder a sus mujeres porque, supuestamente, ellas no irán
a Irán a romperle la madre a esos pobres...) (Estados Unidos, en cambio, está
tan humedecido por los efluvios mujeriles que más me parece la Roma decadente,
dispuesta a ser violada por la primera horda de bárbaros que se presente). Veo,
pues, que al ritmo de sus derechos ganados se afianza más el machismo más recalcitrante.
Repito: ser macho (machista, pues) es cultura pura. Una cultura en la que han
crecido mujeres excepcionales, brillantes, que han sido amadas y reverenciadas.
El machismo ha dado a luz al romanticismo amoroso y a la caballerosidad. Es su
concesión a ese eterno femenino. Pero también está su asignación violenta y denigrante,
cada vez más evidente, más a la vista de todos, en este nuevo versus entre
desiguales. En España, por ejemplo, la cuota de violencia contra las mujeres es
mucho mayor que en cualquier otro país de Europa, y en eso tienen mucho que ver
sus atavismos culturales católicos-machistas. Los mismos que nosotros cargamos.
La incomprensión del macho hacia lo femenino no se arreglará a base de
modificaciones al reglamento civil, como tampoco se dejará de discriminar al
homosexual o de condenar el aborto por decreto. O de clasificar a todo el mundo
según los conceptos en los que los acomodamos. “Sexoservidora” no le quita ni
un gramo a “Puta”, ni “Gay” hace menos marica al maricón. Lo único que hacen es
darle una limpiadita a la vitrina en que los hemos acomodado.
Si en verdad hubiese una intención de cambio por parte de las mujeres, creo
que deberían de empezar por darse cuenta de que con su “empoderamiento” lo
único que están haciendo es engordar el rebaño consumista creado por el mundo
machista. Ocupar cargos de mando no es cambiar nada, bestias; la verticalidad
sigue igual, solo que con cambios hormonales cada 30 días. En su entusiasta
toma de poder están dejando de lado todo el respeto que ese machismo espantoso
les concedía. Es lógico: si eres mi igual en esta competencia absurda y rapaz,
el que abiertamente te mande a chingar a tu putísima madre viene incluido en tu
nuevo paquete de concesiones, pendeja.
Nada tan mata-pasiones que una mujer mal hablada, disculpen ustedes. Nada tan
inútil como una mujer que no sabe preparar una buena sopa. Nada tan espantoso
como una mujer que no quiere cuidar a sus hijos (dejemos de lado a las que no
quieren tenerlos, esas son hombres confundidos). Todo el discursito
feministoide está fundado en la voracidad del mercado que requiere nuevos
tarados continuamente. Pregunten a un mercadólogo cualquiera quiénes son sus
targets favoritos.
Yo desearía, en todo caso, que el principio femenino se impusiera.
Eso sí sería un cambio, una revolución, un punto y aparte. Porque el principio
femenino es de conciliación; es sensual y creativo; tiende a la preservación de
la especie, lo cual es más importante que el afán civilizador, o su complemento
ideal, mejor dicho. El principio femenino está casi en las antípodas del
principio capitalista-consumista que tanto daño ha hecho al mundo. El principio
femenino revertiría el orden hacia una nueva comprensión del mundo. Revertiría
la carrera estúpida del “avance tecnológico” que sólo ha traído embrutecimiento
y soledad masiva, y haría ver el infantilismo que hay detrás de todo afán de dominación.
Por algo los primeros habitantes hicieron de la figura femenina la representación
de lo sagrado. La Madre Universal es ahora una histérica insoportable a la que
hay que dar un par de chingadazos para que se desapendeje y vuelva a guiarnos
por el buen camino.